En el Día del Abogado 

Ahí viene, por el pasillo, expedientes bajo el brazo.
Su agenda tiene presagios de corazón con infarto.
La noche pasó despierto por culpa de ese traslado, entre la luz de la luna y el humo de su cigarro.
La rutina lo acompaña recorriendo los juzgados, se amarga, reclama y pide para su bronca, un amparo.
Allá va, y en sus espaldas carga la fama del diablo, general de cien batallas y un recurso a flor de labios.
Está ahí, con nuestro Código Civil y Comercial de la Nación y nuestro compartiendo ese cortado; revuelve azúcar y audiencia con el temblor de su mano.
Mañana otra vez lo esperan una ilusión a despacho otro juicio ejecutivo y alguna excepción de pago.
No es nada fácil la vida cuando gobiernan los plazos.
Sin embargo, viene y va, entre cansancio y quebranto, pues sabe que adentro suyo un juramento hay grabado.
Sigue sintiendo en el pecho la vocación que ha soñado.
Sigue sintiendo el orgullo de ser, por siempre, abogado
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