El reconocido fotógrafo que tuvo bajo su lente a divas como Susana Giménez, Mirtha Legrand y Natalia Oreiro, comenzó un nuevo capítulo de su historia durante la pandemia y ahora expone sus obras de arte –basadas en famosos y familiares– a beneficio de la Casa del Teatro.
Prácticamente no hay famosos nacionales que no hayan pasado alguna vez por el estudio de Gabriel Machado (54), pero el fotógrafo reconoce que su área no está en su mejor momento y que eso no es consecuencia directa del 2020. Dice: «Lo nuestro venía bravo desde muchas antes por las redes sociales, y empeoró con la pandemia. Y yo tengo un estudio muy grande con muchos empleados y fue muy duro enfrentar los sueldos, la luz y los gastos, sin laburo y sin hacer nada. ¡Fue bravísimo! Así que decidí lucharla y ahora estoy con la pintura».
–Sorprendiste a todo el mundo cuando hiciste pública tu faceta de pintor. ¿Dónde nació este don?
–En La Tablada, donde yo vivía con mi mamá, que era ama de casa y tejía pulóveres para el barrio, y mi papá, que trabajaba en el matadero municipal. Era una familia humildísima. Tanto, que no teníamos bañera y yo me bañaba en un tacho con agua caliente que mamá calentaba en la cocina. Y en esa infancia recuerdo tener la panza fría porque no teníamos calefacción y yo me acostaba a dibujar y pintar sobre el piso.
–¿Quién fue el primero en notar tu arte?
–Mi maestra de primer grado. Ella no me creía que yo dibujaba lo que entregaba y me dijo «hace un castillo», y le hice un dibujo tremendo. Desde ahí fui el ídolo de la escuela porque no podían creer como dibujaba.
–¿Y un día dejaste de pintar?
–Sí, a los 24 años dejé. Pasaron treinta años sin hacer nada hasta que me angustié durante la pandemia y, en un momento de mucha desesperación, se me cruzó la idea de fusionar las fotos y las pinturas y crear «Fotura» (como después terminó llamándose su muestra). La idea la tuve un sábado y el domingo ya estaba eligiendo fotos –de mi hija y mi mujer, de Araceli González, de los hermanos Fonzi y de Juana Viale– y comprándome oleos y pinceles para empezar a pintar.
«Si hubiera sido por mí yo ahora no estaría exponiendo ni nada, estaría pintando, nada más», reconoce Machado, el hombre que se detiene a pintar una gotita de agua saliendo de cada cuadro para dejar su marca, y continúa: «Pero justo me llamaron de la Casa del Teatro preguntándome si quería colaborar con algunas obras, y se dió que una de las chicas que trabaja ahí es sobrina de una mujer que es dueña de una galería en la calle Juncal. O sea, todo se fue dando de una manera muy armónica, natural y linda».
–Hasta ahora todo lo que me contás es a beneficio. ¿También estás pensando en empezar a pintar con un fin lucrativo para ayudarte a pasar esta segunda ola de coronavirus?
–Sí, sí. ¡Claro! De acá en más voy a hacer cosas para mí y voy a vender retratos de personas no conocidas. El primer llamado de encargo que tuve fue una mujer que me encargó cinco cuadros de un metro por un metro de los cinco integrantes de su familia.
–¿Dónde realizás tus obras?
–En el estudio. Allá voy solito los fines de semana, me descalzo y, sin música ni nada, me conecto con las telas.
–¿Y tu autorretrato cuando viene?
–¡Me voy a hacer una Fotura mía!, pero todavía no sé cuándo. Lo que sí sé es que en este largo proceso entendí lo que es tocar fondo para ir para arriba. Pintar empezó a recomponerme el alma y me dí cuenta que, de verdad, el arte te salva, te cura, te alivia y te rescata.
Fotos: Gentileza Machado.
Fuente Revista Gente