El Gobierno argentino continúa adoptando una estrategia de endeudamiento sin límites con el objetivo de sostener la calma cambiaria de cara a las elecciones. Pese a haber recibido recientemente un crédito por 20 mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional, la administración de Javier Milei recurre a múltiples mecanismos financieros para sumar más divisas al Banco Central y garantizar una apariencia de estabilidad.
Entre las medidas tomadas en las últimas semanas se destacan los préstamos directos con entidades bancarias internacionales, conocidos como REPO, por un total de 2000 millones de dólares, la colocación de títulos públicos como los Bontes por 1000 millones, y nuevas emisiones planeadas en ese mismo sentido. A esto se suma la emisión de Bopreal, destinados a permitir el giro de utilidades y dividendos de empresas extranjeras, y la eliminación de restricciones para la entrada y salida de capitales especulativos, una política que remite a las implementadas durante el gobierno de Mauricio Macri.
Pese a que el discurso oficial insiste en que el equilibrio fiscal está bajo control, las acciones contradicen la narrativa. Según el economista Jorge Carrera, exdirector del Banco Central, se trata de un “festival de deuda” que parece no tener freno. La intención de mantener un tipo de cambio bajo ha llevado al Gobierno a intervenir en el mercado de dólar futuro, incrementar los encajes a fondos comunes de inversión y flexibilizar reglas para atraer capitales especulativos mediante operaciones de carry trade.
Esta dinámica alcanza un punto crítico al observar que incluso se endeudan a tasas elevadas —como el 8,25% que se paga por el REPO— solo para obtener las reservas necesarias que habiliten nuevos desembolsos del FMI. “Se toma deuda para conseguir más deuda”, resume Carrera, advirtiendo que la situación podría volverse insostenible.
Todo esto ocurre en un contexto favorable para la obtención de divisas por vías comerciales: se registra la mayor liquidación de exportaciones del año, debido a la cosecha gruesa y a una baja transitoria en las retenciones. Sin embargo, el flujo de dólares genuinos parece no alcanzar para calmar la urgencia financiera del Ejecutivo.
El intento del Gobierno de movilizar capitales no declarados tampoco ha tenido impacto. La situación, según economistas críticos, responde a una lógica puramente especulativa. “Caputo tapa parches con más parches”, asegura Carrera. “La deuda acumulada bajo esta gestión ya supera los 20 mil millones de dólares. Sumada a los 45 mil millones del ciclo de Macri, estamos ante un escenario muy condicionado”.
Las proyecciones del mercado también generan preocupación. Analistas como Carlos Melconian y Pablo Goldín sugieren que el esquema cambiario actual podría requerir ajustes en el corto plazo. “Es improbable que el dólar se mantenga dentro de la banda baja. El modelo está siendo vulnerado”, advirtieron.
Aunque desde el oficialismo se busca sostener el esquema económico actual hasta que se consolide el ingreso de divisas por exportaciones de Vaca Muerta, las señales no son alentadoras. “¿Qué país queda después de eso?”, se pregunta el economista Hernán Letcher. “Uno con una pobreza del 80%, sin recuperación del empleo ni del salario”.
Mientras tanto, la economía real no logra repuntar. Las estadísticas muestran una leve mejoría respecto al año anterior, pero los sectores más intensivos en mano de obra siguen estancados. El consumo interno permanece deprimido y los ingresos no acompañan la desaceleración inflacionaria. “El único crecimiento sostenido es el de la deuda”, concluyen los analistas.