El mundo despide al papa Francisco, quien falleció a los 88 años luego de atravesar diversas complicaciones de salud. Su papado no solo será recordado por su enfoque humanista y espiritual, sino también por el impulso reformista que imprimió al interior de la Iglesia católica.

Francisco llegó al Vaticano con una agenda clara: transformar estructuras anquilosadas y acercar la institución religiosa a las problemáticas del siglo XXI. Uno de los gestos más emblemáticos de su estilo austero fue el rechazo a vivir en el Palacio de Castel Gandolfo, eligiendo en cambio la residencia de Santa Marta. Ese gesto simbólico fue solo el comienzo de una serie de decisiones orientadas a construir una Iglesia más humilde, transparente y participativa.

Desde el Vaticano, el Papa promovió una serie de reformas para combatir el abuso sexual dentro de la Iglesia y mejorar la administración de sus recursos económicos. Además, otorgó mayor participación a los laicos y especialmente a las mujeres en la vida institucional del catolicismo, en un intento por democratizar las estructuras de poder.

A nivel global, su voz fue clave en temas sensibles como la crisis climática, el hambre, las migraciones forzadas y los conflictos bélicos. Durante su último mensaje pascual, ofrecido desde el balcón de la basílica de San Pedro, Francisco remarcó la necesidad de proteger la libertad religiosa como base para una convivencia pacífica, incluso mientras su salud se encontraba visiblemente deteriorada.

La misa de Domingo de Resurrección fue celebrada por el cardenal Angelo Comastri, debido a que Francisco no estaba en condiciones de oficiarla personalmente. Sin embargo, hizo acto de presencia para desear una «Buena Pascua» y bendecir a los presentes. En ese mensaje, también pidió con firmeza que cesaran los enfrentamientos en la Franja de Gaza, solicitando atención humanitaria urgente para los civiles afectados.

Su trayectoria como líder espiritual estuvo guiada por una fuerte sensibilidad ante los problemas sociales del mundo contemporáneo, desde la pandemia del Covid-19 hasta la guerra en Ucrania. En cada viaje internacional, Francisco dejó mensajes claros contra la desigualdad y la violencia, señalando que el papel de la Iglesia debía ser el de un puente entre los pueblos y no el de una institución encerrada en sí misma.

El fallecimiento de Francisco marca el final de una etapa profundamente transformadora para el catolicismo moderno, y deja abierta la pregunta sobre cómo continuará el camino que él comenzó.