En un giro inesperado en la Dirección General Impositiva (DGI), Andrés Vázquez, flamante jefe del organismo, generó un gran revuelo al promover a su pareja, María Eugenia Fanelli, solo siete días después de asumir el cargo. Lo hizo con una disposición interna que firmó exclusivamente él, saltándose rangos intermedios y otorgándole un ascenso directo a un cargo de gran relevancia: directora de la Dirección Regional Centro II de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El ascenso de Fanelli no solo sorprendió por la rapidez, sino también por el jugoso aumento salarial que conllevó. De ser jefa de una sección técnico-jurídica con un salario de entre 3,8 y 4,2 millones de pesos, pasó a liderar una de las direcciones más importantes del país, con un sueldo que podría llegar a los 8 millones de pesos, según diversas fuentes dentro del organismo. Un cambio que, a simple vista, ha generado malestar entre los funcionarios de la DGI.
Esta medida, que fue publicada en el Boletín Oficial a principios de noviembre, no solo le permitió a Fanelli escalar dentro de la DGI, sino que también dejó a su predecesor, Luciano Botto Rostom, desplazado y reubicado a una nueva posición en la Regional de Mercedes, a 100 kilómetros de la capital. La rapidez del ascenso y la falta de justificación clara sobre el proceso, ha levantado sospechas dentro del organismo tributario.
El ascenso de Fanelli, sin embargo, no es el único problema que enfrenta Vázquez. El funcionario también está bajo investigación judicial debido a la compra no declarada de tres departamentos en Miami por un valor de 2 millones de dólares, un escándalo que ha sacudido la DGI y que se suma a su historial de controversias.
Este ascenso no ha pasado desapercibido en el mundo político y en el ámbito de la administración pública. Fuentes internas de la DGI señalan que la promoción podría ir en contra de los códigos éticos del organismo, lo que plantea la pregunta: ¿es Vázquez el hombre adecuado para liderar la DGI en estos tiempos de presión y escrutinio público?