Su madre, de quien heredó el sobrenombre, fue amazona eximia. Su padre, un coronel al que le tiraban más los caballos que las armas, ganó varias medallas de oro en equitación. Pero cuando él se quebró medio cuerpo, Chunchuna Villafañe, hija única, se convenció de enfilar hacia otro lado. Primero la arquitectura, después la publicidad. Su belleza la convirtió en ícono de los 60 (inolvidable aquel “fame guau” que le lanzaba Ugo Tognazzi en Roma y ella le retrucaba con su bolígrafo: “No, te hago click”). Y por su peronismo se vio obligada al exilio.

Antes de irse a las apuradas en el 76, viajó en el “charter” que trajo a Perón en el 72 y trabajó en la villa de Retiro junto al padre Mugica. Y tuvo a sus dos hijas, Juana e Inés Molina, con su primer esposo, Horacio Molina. En París vivió años en pareja con Pino Solanas. Y al regresar en el 83, deslumbró con su escena junto a Norma Aleandro en “La Historia oficial”.

¿Aquella militancia con Mugica fue impulso o convencimiento?

Yo estaba convencida que quería hacer eso. Consideraba que a mi vida le faltaba algo. Ya estaba casada y tenía a mis dos hijas. Una de mis hijas, Inés, tomó la comunión en la villa. Hablar con Mugica era extraordinario.

¿Como lo conociste?

En una fiesta en la casa de una chica amiga de él. Me encantó cuando él le dijo a la mucama ¿querés un cigarrillo? ¡El gesto!

¿Qué hiciste en la villa?

Me gustaba mejorar las viviendas. Y en un momento había mucha gente enferma a la que no atendían, porque eran pobres. Estaban todo el día y no los atendían en el hospital. Entonces, yo las llevaba y las atendían inmediatamente. Eso me daba mucha rabia y mucha vergüenza al mismo tiempo. Asqueroso.

¿Cómo llegaste al “charter”?

Por un tío mío, hermano de mamá, que era el que le escribía los discursos a (John William) Cooke, César Marcos. En su casa conocí a mucha gente del peronismo de aquella época. Y en mi casa estuvieron mucho tiempo escondidos Cooke, Raúl Lagomarsino y él (NdR: los tres habían creado el Comando Nacional Peronista tras el golpe a Perón). Cuando yo volvía de la facultad oía lo que hablaban, y me parecía bien todo lo que decían. Siempre preguntaban ¿te siguieron? Estamos hablando de fines de los 50.

¿Qué recordás de aquel viaje en el avión que trajo a Perón?

Estaba muy contenta. Me acuerdo de muchos señores grandes que me hablaban y yo decía ¿quién es? Me conocían por mi tío y porque en ese momento había dicho que era peronista. Me acuerdo que Lorenzo Miguel me mandó un ramo de rosas por eso.

Te definiste peronista antes de Cámpora. ¿Qué te provocó?

Me quedé sin trabajo. Había una campaña de sidra La Victoria que ya estaban las fotos, todo, iba a hacer vía pública; y me llamó el tipo de la agencia enfurecido y me dijo: ¿Como se te ocurre decir eso? Y no se hizo la campaña.

Extracto de entrevista en latinta