Es la noticia más esperada en el mausoleo del padre Mario Pantaleo, en González Catán. Mañana, a las 11, el arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, firmará el decreto que iniciará formalmente el proceso de canonización de este sacerdote italiano que falleció hace 29 años y que en vida fue conocido por sus milagros de sanación. Después de muchos años de espera y de investigación, finalmente la Iglesia Católica comenzará formalmente un proceso que no se sabe cuánto tiempo puede llevar y que debería conducir a la denominación primero, de beato y luego, de santo del padre Mario. Claro que el procedimiento puede llevar años y nadie sabe cómo terminará: si será beato, santo o quedará a la espera de la confirmación de ese milagro después de su muerte.
De los otros, de los milagros que ocurrieron durante las misas de sanación, hay muchos. Tantos que el abogado canonista Daniel Medina a cargo de la investigación, llenó 11 tomos con historias y relatos de beneficiarios de las gracias de este sacerdote, además de otras pruebas que fueron presentadas ante el Vaticano. Dicen los colaboradores del padre Mario que recibía a unas 3000 personas a diario que querían ser sanadas. Y que para eso empezaba a “atender” turnos a las 3 y media de la mañana. Sin embargo, para su canonización no cuentan esos milagros, sino solamente aquellos ocurridos después de su muerte.
El acto pasará en limpio algo que en González Catán muchos ya asumen: que el padre Mario era en realidad un santo. En la práctica, a partir de que Poli firme el decreto canónico, se lo podrá considerar oficialmente “siervo de Dios” y se podrán imprimir estampitas para que la gente le pida un milagro.
Por eso, hay tanta expectativa en el mausoleo que se levanta en Conde 5670, en La Matanza, al que ya suelen peregrinar los que se consideran sus fieles. Por la pandemia estuvo cerrado hasta hace unas semanas. Por eso, las autoridades esperan que en los próximos días este pequeño edificio circular convoque a cientos de personas, a buscar las primeras estampitas oficiales.
“Ahora tenemos que esperar el milagro. Hay varios casos en estudio. Hay que investigarlos y demostrar científicamente que no tienen otra explicación. Ser considerado santo significa que la persona pasó directamente a la presencia de Dios. Por eso, no cuentan los milagros anteriores, aunque sí para asumir la presunción de santidad”, explica el padre Medina.
Alegría en González Catán
“Estamos muy felices con la noticia. Para nosotros esto es un acto de justicia que llega tarde, pero que llega al fin”, apunta el médico Carlos Garavelli, actual director de la obra del padre Mario, que con apenas 20 años, en 1968, empezó a colaborar con el sacerdote. “Les pedimos a todos los que pudieran haber recibido un milagro después de su muerte, que se comuniquen con nosotros a través de nuestra página web”, agrega.
“El principal milagro que nosotros postulamos es lo que pasó con su obra, que creció mucho más después de su muerte que en vida”, explica Garavelli. Hoy tiene escuelas en las que se forman más de 3000 alumnos y tiene un colegio universitario, donde se dictan carreras como administración de empresas, enfermería y educación física. También, un centro recreativo con canchas de voley y fútbol, la única pileta climatizada de la zona donde se realizan actividades para chicos y para adultos mayores, centros de día para jubilados y para personas con discapacidad, y comedores infantiles, entre otras.
“Me acuerdo que cuando lo conocí, estaba terminando la secundaria. Un día me pidió que lo llevara en auto hasta la obra, porque estaba muy cansado. En el camino paró en una panadería donde le regalaron una bolsa enorme de facturas. Cuando llegamos, había unas 20 personas mayores que lo estaban esperando y que prendieron la olla para hacer mate cocido. Era el Club de Plata, el primer germen de la obra social que iba a hacer en el barrio, con personas mayores. Para ellos esa era su cena. El padre Mario me llevó a recorrer el lugar. Eran todas calles de barro, había basurales y baldíos. Él me señalaba y me decía, ahí vamos a hacer la escuela; allá voy a levantar la parroquia; en aquella esquina, el centro de salud y en esa otra, una universidad. Eran todos baldíos y hoy todo lo que él dijo existe y es una oportunidad única para los vecinos de Catán”, cuenta Garavelli.
Cuando inauguraron la escuela, él le preguntó cómo la iba a llenar. “Va a faltar espacio. Eso es la señal de que es una obra de Dios”, le dijo el padre Mario. Y no se equivocó, porque poco después ya tuvieron que ampliar. Y así la obra social y comunitaria no paró de crecer, incluso después de su muerte.
Milagros conocidos
El padre Mario es conocido en el país y en el resto del mundo por los milagros que ocurrían mientras él rezaba. Había nacido en Italia y cuando tenía 9 años vino con sus padres a la Argentina. Pero años más tarde ellos volvieron al viejo mundo y lo dejaron a él en un hogar de niños en la Argentina. Allí desarrolló asma y tuvo una infancia difícil. Paradójicamente, nunca se sanó. Un tiempo después los padres lo volvieron a buscar y fue en Italia, donde decidió su vocación religiosa. Estudió en el seminario de Salerno y después de su ordenación, en plena Segunda Guerra Mundial, decidió volver a la Argentina. Par reconstruir su trayectoria, sus seguidores tuvieron que contratar a una investigadora. El problema era que no aparecía el certificado de su ordenación como sacerdote. Y eso era un escollo para su canonización.
“No se necesita ser sacerdote para ser santo. Sin embargo, si alguien dice que es cura y no lo es, al menos está flojo de papeles”, explica Garavelli. Finalmente encontraron el por qué. El seminario de Salerno había sido bombardeado en esa época. Y el acta de ordenación apareció en otra localidad.
Cuando llegó al país, se instaló en Córdoba. Después, lo trasladaron a Buenos Aires y González Catán fue el lugar donde se arraigó. Empezó a trabajar con niños y adultos mayores. Y también a visitar enfermos y a rezar por ellos. Sin embargo, no siempre sus milagros fueron bien recibidos. Incluso, los obispos de la diócesis a la que pertenecía ponían en duda sus sanaciones y sus métodos. Por eso, empezó a trabajar en los hospitales de la Capital. Pero era tanta la gente que lo buscaba, que tuvo que buscar otro lugar. Entonces, empezó a convocar a los fieles a un local ubicado en la calle Carlos Calvo. La gente iba de madrugada y llegaba con cartas de recomendación de los médicos que habían oído hablar de sus milagros.
“Muchas de esas cartas fueron adjuntadas al expediente de canonización. Incluso hay una del entonces cardenal Jorge Bergoglio , enviándole personas para sanidad”, explica Medina. “Llegaron a ser 3000 personas por día. Daba turnos, los hacía pasar a un salón e iba rezando”, explica Garavelli, que lo acompañan en aquel entonces. Ya era estudiante de medicina y no dejaba de asombrarse de los milagros que la ciencia no podía explicar. “Una vez lo llevaron preso. A él y a mi papá, que era médico. Porque alguien denunció por ejercicio ilegal de la medicina. Pero él siempre decía que no curaba. Yo lo miraba y más de una vez le pedí que me explicara cómo ocurría. Me decía: ‘yo soy la guitarra y Dios es el guitarrero? Yo solo soy un instrumento en sus manos. La obra la hace Dios”, recuerda.
El abogado del Diablo
A partir del decreto que firmará mañana Poli, un tribunal canónico investigará el caso. Será como el inicio de la etapa procesal de un juicio, detalla Medina. Incluso estará presente “el abogado del Diablo”, como llaman en la jerga al promotor de justicia, que es el encargado de desconfiar de todas las pruebas que se presenten. Algunos, en los años de su ministerio, por ejemplo, dudaban de los métodos que utilizaba el padre Mario, que se valía de un péndulo para diagnosticar a los enfermos. El abogado del diablo aportará pruebas y el tribunal deberá determinar si los cuestionamientos de aquella época son válidos o no. Uno de los escollos que deberá sortearse es el hecho de que el sacerdote fumaba, algo que para algunos podría ser incompatible con la santidad. Sin embargo, dicen los especialistas, que entre los santos católicos ya hay antecedentes de fumadores.
El proceso será largo y se definirá fundamentalmente por la aparición del milagro. Hay dos casos que están en estudio. Uno es el de una mujer agnóstica que tenía cáncer cerebral, que se acercó hace unos años al mausoleo a pedir un milagro y después se sanó. Hoy es una colaboradora de la obra, aunque no cambió sus convicciones religiosas. El otro es el caso de una joven norteamericana que estaba en terapia intensiva el mismo día que falleció el padre Mario, en el sanatorio de la Trinidad de Palermo, en agosto de 1992. La chica había tenido un accidente de tránsito y estaba muy grave. “El padre Mario pidió que sacaran el biombo que los separaba y le arrimaron la camilla. Apenas pudo tocarla y rezar por ella. Poco después murió. Pero la chica se curó y hoy da testimonio de su sanidad”, cuenta Medina.
Fuente La Nación por Evangelina Himitian