Especialista en make up and hair, Alberto Moccia trabajó en más de cien films nacionales e internacionales. Películas como “Siete años en el Tibet”, “Troya”, “La pasión de Cristo” y “Casanova” son algunas de las producciones de Hollywood en las que participó.
Brad Pitt, Natalia Oreiro, Jean Claude Van Damme, Guillermo Francella y Heath Ledger, son algunas de las personalidades nacionales e internacionales con las que Alberto Moccia tuvo que compartir el set. Nacido en el barrio de Tapiales, Partido de La Matanza, Moccia se especializó en el arte del maquillaje y del peinado para el mundo del cine. Su paso previo por el Teatro Cervantes y la televisión le permitieron especializarse en la caracterización.
Su trayectoria internacional fue reconocida al designarlo como miembro de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. La membresía le adjudica la participación como parte del jurado responsable de otorgar el Premio Oscar en el rubro a Mejor Maquillaje y a Mejor Película. “Me gustó mucho atravesar la pasión de este laburo. Una vez que vino no podés salir más de ella, no tenés horario”, confiesa el especialista.
-¿Cómo nació tu vocación de especializarte en el make up and hair para cine?
– Fui a estudiar maquillaje en lo de Horacio Pisani y ahí empezó mi vocación. Comencé a maquillar y a peinar., Me mandaron a trabajar al Teatro Cervantes y fue espectacular. Era un cuento para mí. Arranqué en televisión con María Concepción César que me lleva hacer una novela, que era “Amo y Señor” con Arnaldo André y la peinaba a ella. Después siguió Luisa Kuliok con esos batidos raros. Como vocación fue con “Las de Barranco”, en una noche me peiné todas las pelucas de época, así empezó todo. Como pasión fue cuando conocí a María Teresa Corridoni, la peinadora de Visconti, que vino a filmar “Siete años en el Tibet”. Me encantó verla trabajar con las pelucas, recrear un mundo como el Tibet. Ahí me estalló la pasión, me fui a Europa y por el mundo a trabajar con ella para películas como “La pasión de Cristo”, “Troya” y “Casanova”.
-¿Qué diferencias observas en la producción de una película nacional en comparación a una superproducción internacional?
-Con plata tenés mejores equipos, más cantidad de luces, más maquilladores y más peinadores. Acá con suerte podés hacer la peluca al actor. Allá hay dobles, dobles de riesgo, doble de luz y todos tienen la peluca del actor. Hay cinco o seis pelucas para los dobles. La diferencia es la plata, el laburo es el mismo. Nosotros en Argentina tenemos un nivel de laburo increíble, no encuentro diferencias. Cuando comencé si existían diferencias técnicas, no llegábamos a eso. En una producción en la que estuve, “Highlander 2”, empezaron a llegar de Estados Unidos equipos increíbles. Después Argentina se puso en pie con todo eso, y, con la llegada del digital, los maquilladores comprábamos nuestros productos.
-¿De qué manera se genera el vínculo con los actores y famosos dentro del set?
-El actor cuando se sienta se queda quieto y le hacés lo que le tengas que hacer. No opinan, no hablan, están concentrados. Con Charlotte Rampling hice una película en Roma y durante todo el rodaje nunca me habló. Me quede extrañado, que rara es esta mujer. Uno viene con la calidez de su país, allá no existe eso. Era final de rodaje, en un decorado de Roma antigua y Charlotte me saca a bailar en medio del decorado de una plaza romana. “Alberto perdóname, nunca te hablé. Estaba muy concentrada porque tenía que hacer un inglés neutro al ser la esposa del emperador”, me decía. Sólo Peter O’Toole una vez en el set le agarró un ataque y se sacó todas las extensiones, y yo por toda la calle buscando los pelos, porque tenía continuidad para el día siguiente. Vos podés estar una hora y no dicen nada. A no ser que laburés con Antonio Banderas o actores más latinos.
-Desde lo personal, ¿Cuáles son los films que más destacas en tu carrera?
– Mi primera película fue “Sur” de Pino Solanas y me dio una conmoción personal. La industria del cine la aprendí con “Highlander 2”, lo que son las grandes producciones. Por supuesto, “Siete años en el Tibet” que trabajé con la maquilladora de Visconti, Pasolini y Zeffirelli. El día que se cayeron las Torres Gemelas tenía que elegir si ir a filmar a Marruecos, con la incertidumbre de lo que pasaba en los aviones. Fue una película que me marcó un montón, “Legionario” con Jean Claude Van Damme. En ese momento, filmaba con Tato Pavlovsky y me aconsejo que me tomase un rivotril. Terminé en Marruecos sin saber cómo llegue. Laburar en Gilda con Lorena Muñoz le metí todo y trabajar con Lucrecia Martel es un viaje de ida.
-¿Que evolución hubo en el make up and hair para cine?
– Vengo de la época en que no había acá el maquillaje importado. Si viajaba uno afuera que te traiga una base de maquillaje. Kryolan, una línea alemana de make up, no llegaba. No había tanto, como ahora, que llamas a EBay y te llega todo. Antes mezclabas productos e ibas inventando. Hoy tenés todos los productos para hacer todo. Por ejemplo, las pelucas que venden en los negocios no nos sirven, tienen que ser pelucas con un tul para que no se note. La gente que hacía pelucas se empezó a actualizar, se investigó el material, cuál usar y cómo hacerlo. Esas cosas van evolucionando.
–Lucrecia Martel, Armando Bo, Lorena Muñoz, Pablo Trapero, Lucia Puenzo son algunos de los cineastas argentinos más renombrados del país, ¿Cómo se establece la relación con el director de cine?
– Me entusiasmo mucho leyendo el guión, sin tener a los actores definidos, me lo voy imaginando. Me especializo más en la caracterización. Reconocer en cámara al actor y no al personaje, no me gusta. Me gusta que se personalicen y que se vea el personaje. Con Lucrecia Martel o Lorena Muñoz, generalmente con mujeres, tengo un encuentro de más tiempo. Con Lorena estuve un año, con Martel tres años. Con Lucrecia vas a la casa, bebes un vino, conversas del proyecto e innovás. Hago lo que ellos me piden, tanto el poner mi arte lo mejor que puedo. Después la decisión es del director lo que quiere ver. En Zama, Lucrecia me dice: “Quédate tranquilo, no te hago pasar vergüenza”. Venía de Casanova, que las pelucas eran del mil seiscientos y perfectas, me hace poner esas pelucas corridas. “Cállate, cállate. Es Paraguay y hace calor”, me dice. Tenés que correr como corren ellos. Lo más importante es que el director confié con los que trabaja.
-¿Qué cambios ocasiono la llegada de la pandemia en tu labor cinematográfica?
-Los maquilladores siempre individualizamos los productos para cada actor. Alcohol o alcohol en gel siempre se usa cuando trabajas con figuras. No podés tocarle la cara a una persona porque los contaminas si no te pones alcohol. Es normal. No uso las broches de Natalia Oreiro con otro actor. Tenemos una clínica de cómo trabajar. Además de la pandemia, también hay enfermedades de la piel. No usas el mismo lápiz para un actor y para el otro.
-En 2020, fuiste designado como miembro de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood que tiene la responsabilidad de otorgar los Premios Oscar, ¿Cómo viviste el momento al enterarte de la noticia?
-Me llamo un amigo avisándome: “Apareciste por todos lados, en los noticieros, en las redes. Te eligieron como Jurado de los Premios Oscar”. “¿Qué tengo que hacer? ¿Irme a Hollywood?”, dije. No presentí nada, pero la semana anterior me llamó Alessandro Bertolazzi que se ganó el Oscar en maquillaje y a él le designaron elegir a un maquillador. Me llamó, saludándome y me pidió que le pase mi IMDB. Pensé que era por laburo, pero no. Después me entero que él me presentó a la Academia como postulante de jurado. Fui convocado y tengo que jurar los premios de maquillaje y la Mejor Película. No me modificó en nada en la vida, lo único que sé que de acá hasta que me muera puedo votar las películas.
–Sos oriundo de la localidad de Tapiales, en el Partido de La Matanza, ¿Que reflexión hacés al pasar de tu cotidianeidad a filmar una superproducción hollywoodense?
-Me crié en Tapiales, tengo los mejores recuerdos. Lo añoro mucho, mis amigos son de allí. El Club Juvencia, la plaza y la Escuela N°2 fueron mi vida, yo vivía a la vuelta. Me enorgullezco de ir al Festival de Cine de Tapiales y estoy para lo que ellos necesiten. Uno ya es grande, con algo de prestigio y ahora puedo llegar a un lugar que antes no llegaba. No vengo de una familia de cine, tuve que hacer el camino solo y como pude. Ni hubo un empujón, lo hice trabajando en cien películas. Comencé a los dieciocho años esta carrera y ahora de grande no sé qué paso. Es como que desde que empecé tuve una nube hasta el momento en el que aterrice. No tengo el glamour y mi vida personal está fuera de todo ese mundo.
Fuente Revista Gente