Se trata de Diego Ponce de 36 años tuvo una infancia dura. Creció con su abuela y descubrió la pintura. Hoy expone en España, Francia y EE.UU.

Le falta terminar seis cuadros más, y eso entusiasma a Diego Ponce. Viajarán hacia París, Madrid y EE.UU.

“Lo más difícil es resolver la figura y la actitud, captar un momento. Me cuesta más hacer esos cuadros abstractos que los dibujos figurativos. Uno ve y parece al contrario, pero establecer esos equilibrios de colores, gama y tonos es difícil”, detalla Ponce.

En 2018, luego de un curso con Marcia Schwarz, una artista de renombre internacional, decidió ir por más: “Antes sólo participaba con un cuadrito de alguna que otra muestra. Por inseguridad, o un estado de ánimo mío. Pero después de hablar con Marcia busqué más”.

El artista mostró su trabajo en ferias de arte de París.

A partir de entonces ganó un concurso en el museo de Bellas Artes de Luján y luego una editorial independiente de España publicó su trabajo. De ahí en más, las ofertas de las galerías de Europa no pararon de llegar.

Ya sea abstracto o figurativo, el arte le brinda libertad. Esa misma que buscaba cuando se fue a la casa de su abuela a los 16 años. Escapaba de una infancia dura, donde las carencias materiales y afectivas eran algo diario. A sólo dos kilómetros de donde vive ahora, convivía con sus hermanos en una casa con piso de tierra. Gran parte del día lo dedicaba a ayudar a su padrastro en trabajos de albañilería.

Por eso, mudarse con su abuela a Isidro Casanova le abrió las puertas a un nuevo mundo. Cerca de la casa estaba la escuela de arte Leopoldo Marechal. Y poco a poco se enamoró de ella: “Quería entrar porque era de arte. El primer objetivo era ser artista”. Y así, a lo largo de los años, se convirtió en alumno ejemplar.

Contó en YouTube su lucha contra la leucemia y ahora Disney la invitó a actuar en una serie.

Pero antes de poder dedicarse de lleno al dibujo, su prioridad era ser profesor de artes visuales. Fueron años de estar en los actos públicos, buscar suplencias, hasta convertirse en titular. “Al recibirme preferí trabajar de docente. Es una pasión. Si es por dinero haría otra cosa”, destaca. Desde entonces trabaja en varios secundarios de La Matanza. Principalmente en la escuela 43 de Catán, a la que dedica más horas y con la que se siente más identificado.

Más allá de la vida cotidiana el arte es un momento para encontrarse con uno mismo. Y este es uno de los ideales que el artista de 36 años busca transmitir con sus obras. La creación marcó su vida y obra tras obra su nombre figura en las galerías del mundo

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