Por Miguel Saredi

Hay un contraste cada vez más evidente entre el relato oficial y la vida real. Mientras desde el poder se insiste en que “todo va mejor”, los datos duros muestran otra cosa: la vida emocional de los argentinos está deteriorándose y la gente, sencillamente, no es feliz.

No se trata de percepciones aisladas ni de opiniones partidarias. Los números hablan.

La caída silenciosa del bienestar

Según el Observatorio de Tendencias de Insight 21 de la Universidad Siglo 21, apenas el 50,9 % de los argentinos declaró sentirse feliz con su vida durante el primer semestre de 2025, una caída de 3,6 puntos respecto de fines de 2024, cuando el indicador era del 54,5 %.

Pero el dato más preocupante vino después: en el segundo semestre de 2025, la felicidad declarada cayó al 48,3 %, el nivel más bajo registrado en ocho años de medición. No estamos frente a un bache coyuntural, sino ante una tendencia persistente de deterioro del bienestar subjetivo.

Felices… pero solo en los papeles

Cuando se analizan los indicadores complementarios, el cuadro es aún más claro —y más crudo—:

  • Solo el 44,3 % siente que logró lo importante en su vida.
  • Apenas el 34,8 % está conforme con la mayoría de los aspectos de su vida.
  • Apenas el 31,9 % afirma que no cambiaría nada si pudiera volver a vivirla.

Estos datos revelan algo profundo: incluso entre quienes dicen sentirse “felices”, la realización personal y la satisfacción plena están lejos de ser mayoritarias. La felicidad, en muchos casos, parece más una adaptación forzada que una convicción genuina.

Brechas que atraviesan a toda la sociedad

El malestar no discrimina, pero sí se expresa con más fuerza en algunos grupos.

Entre los jóvenes de 18 a 29 años y las personas de 50 a 59 años se observan caídas más pronunciadas en los niveles de felicidad. Dos generaciones distintas, un mismo desencanto.

En cuanto al nivel educativo, la baja se registra en casi todos los segmentos, con la única excepción de quienes tienen posgrado, donde el indicador sube levemente, aunque partiendo de niveles comparativamente bajos. Es decir: nadie está realmente a salvo del deterioro del bienestar.

Argentina y el espejo del mundo

A nivel global, estudios como el Global Happiness Study de Ipsos muestran que, en promedio, la mayoría de las personas en el mundo se declara feliz. Sin embargo, también señalan que los problemas económicos y financieros son el principal factor asociado a la infelicidad.

Argentina encaja perfectamente en ese diagnóstico: inflación persistente, incertidumbre, pérdida de poder adquisitivo y falta de horizonte. Cuando la economía aprieta, la felicidad cede.

La conclusión que incomoda

Los datos son claros:

  • La felicidad subjetiva en Argentina no solo se estancó, sino que se ubica entre los niveles más bajos de la última década.
  • Una proporción significativa de la población no se siente satisfecha ni realizada con su vida cotidiana.
  • El deterioro atraviesa edades, niveles educativos y sectores sociales, lo que desmiente la narrativa de que “todo va bien”.

Por eso, más allá de slogans, relatos y estadísticas selectivas, hay una verdad difícil de ocultar: Que la cuenten como quieran… la gente no es feliz.