Más de 150 mil nuevos seguidores en un solo día, merchandising agotado en todo el mundo y una expectativa sin precedentes. Franco Colapinto aún no debutó en la F1, pero ya es el protagonista de una historia que puede cambiarlo todo.

Los números no mienten, pero a veces son tan abrumadores que cuesta creerlos. En apenas 24 horas, las redes sociales de Alpine explotaron: más de 150.000 nuevos seguidores se sumaron a las plataformas del equipo francés, rompiendo todos los récords anteriores. Pero lo que verdaderamente asombra no ocurrió en el plano digital, sino en el físico.

Desde París hasta Buenos Aires, el merchandising de Alpine vinculado a Franco Colapinto se agotó como si se tratara de artículos de edición limitada. Gorras, camisetas, banderas, llaveros, fundas para celular: todo se vendió en tiempo récord. Es la “Colapintomanía”, un fenómeno global con raíces profundamente emocionales.

Argentina, país de rica tradición automovilística, vuelve a soñar. Desde los días gloriosos de Juan Manuel Fangio, pasando por las épicas luchas de Carlos Reutemann y los destellos de José María López, la ilusión de volver a tener un representante competitivo en la elite mundial parecía lejana. Hasta ahora.

Con apenas 21 años, Colapinto se convirtió en un símbolo generacional. Carismático, talentoso, humilde y con una conexión emocional genuina con su gente, el joven nacido en Pilar no solo carga con las esperanzas de un país, sino de un continente entero.

Un imán global antes de la primera vuelta

El fenómeno Colapinto es tan potente que antes de siquiera disputar su primera carrera como titular, ya logró lo que pocos pilotos alcanzan en años. Las métricas de audiencia son excepcionales: interacciones en redes superiores a las de figuras consagradas, picos de búsqueda en Google y menciones en programas que nunca antes habían hablado de automovilismo.

Es un “hype” auténtico, no fabricado. Y eso lo hace aún más valioso.

Alpine lo sabe. En tiempos donde la atención global es tan codiciada como los puntos en el campeonato, tener a Colapinto es una doble bendición: rendimiento y magnetismo.

Briatore, el maestro detrás de la jugada

En este tablero aparece una figura clave: Flavio Briatore. El legendario estratega italiano, cerebro de los éxitos de Benetton y Renault, volvió a la F1 con un objetivo claro: reconstruir Alpine. Y su apuesta es Colapinto.

Con olfato de campeón, Briatore no quiso debutarlo en Miami, un trazado caótico, y eligió Imola, circuito donde Franco ya brilló en Fórmula 3. Una decisión estratégica, diseñada para que el piloto argentino tenga el mejor escenario posible para lucirse.

Una oportunidad histórica… y comercial

El impacto económico no tardó en llegar. Marcas internacionales ya se acercaron a Alpine para cerrar acuerdos vinculados al argentino. Su imagen —auténtica, fresca, emocional— representa exactamente lo que el marketing moderno necesita. Incluso, su fenómeno podría reavivar el interés en la F1 en mercados como Latinoamérica, e incluso traer de vuelta el Gran Premio de Argentina, algo que —según trascendidos— entusiasma hasta al presidente Javier Milei.

El peso de la historia, la fuerza del futuro

La F1 es un mundo implacable. Pero Franco llega preparado. Su carrera estuvo plagada de desafíos, de puertas que se cerraban y otras que él mismo se encargaba de abrir. Tiene lo que no se entrena: resiliencia. Y eso lo convierte en un candidato ideal para escribir su nombre en la historia.

Cuando el 19 de mayo se apague el semáforo en Imola, no solo comenzará una carrera. Podría comenzar una era. Con Franco enfrentando a los grandes —Verstappen, Hamilton, Norris— y con millones de argentinos paralizados frente al televisor, esperando, soñando.

Un legado en construcción

Franco Colapinto no es solo una promesa. Es el recordatorio de por qué amamos el deporte: por las historias que emocionan, que nos hacen creer, que nos unen. Porque algunas carreras no se miden solo en segundos o puntos, sino en legado.

Y todo indica que Franco está listo para escribir el suyo.