Esta nación centroamericana tiene una historia no muy diferente al resto de la América Hispana.
Luego de iniciado el proceso de emancipación, y su separación de la República Federal de Centroamérica -algo similar había sucedido con el Río de la Plata- vinieron las confrontaciones internas, entre federalistas y conservadores liberales (centralistas).
La hegemonía británica era casi completa en la región, por lo menos hasta 1890. Los gringos ignoraban, o tenía nulo conocimiento de Centroamérica. Los agentes diplomáticos que enviaban regresaban inmediatamente, algunos ni tierra tocaban. La diplomacia británica era monolítica, hasta que, en 1849, el gobierno yanqui nombra a un joven arqueólogo, George Squier, como Encargado de Negocios de Gringolandia. Dos años después estará escribiendo una serie de artículos en revistas gringas, donde criticaba severamente la política inglesa en Centro América, acusando a los británicos de promover discordias entre los pueblos. El Tío Sam y John Bull se enfrentarán por Centroamérica, a través de la sutil diplomacia.
Gringolandia será llamado a proteger, no solo sus intereses, también los de Centro América contra “los designios nefastos de Inglaterra”. Las empresas gringas comienzan a caerán sobre estas naciones.
En El Salvador se establecen gobiernos liberales y, dentro de la División Internacional de Trabajo, se convertirá en un mono-cultivador de café, siendo uno de los mayores productores del planeta. La gran Nación-estado cafetalera. Toda la infraestructura, principalmente ferroviaria, unirá a las regiones de importancia económica con su puerto principal (en Argentina sucederá lo mismo). Las numerosas revueltas campesinas, las dictaduras permanentes, hasta casi finalizar 1990, impedirá la organización y el desarrollo de este pueblo. Cientos de miles de muertos, familias diezmadas, muchos emigrando a Gringolandia, la pobreza estructural y la falta de trabajo llevará a que, cuando los salvadoreños deportados regresen a su país, se integren a las “Maras” o pandillas. Su organización y conducción fueron aprendidas en los barrios gringos o en sus prisiones.
Hoy estas organizaciones parecen llegar a su fin. El gobierno, en una guerra relámpago o “blitzkrieg”, asociándolas al término “terroristas”, previamente localizados, detienen a más de 40 mil de sus integrantes para encerrarlos en un Centro de Confinamiento de Terroristas.
La pregunta será: ¿es una política de estado soberano, decidido a terminar con la delincuencia y traer un poco de paz al pueblo salvadoreño? O, ¿estaremos ante un gran experimento de laboratorio de rehabilitación conductista experimental, como pudimos ver en “La Naranja Mecánica”, pero, de manera masiva?
Acaso, ésta sea la solución ante los potenciales conflictos sociales que se avecina en nuestra América Hispana por la falta de trabajo, incremento de la inseguridad, la droga, etc. Confinar para silenciar. Donde el resto lo acepte como el precio para vivir en paz.
Luis Gotte, La pequeña trinchera.