Se llama igual que el crack de la Selección y sufre las consecuencias. Lo trataron de loco en el hospital, ignoran su CV y en la facultad los docentes no corregían sus exámenes.

Uno es considerado por muchos el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos, gana millones de dólares por año, es una de las personas más populares del mundo y vive en una mansión en París. El otro trabaja en computación, a duras penas llega a fin de mes, tiene un pequeño círculo de conocidos más allá de su familia y vive en una modesta casa alquilada en Isidro Casanova. Pero los dos tienen algo en común: se llaman Lionel Messi.

El Lionel Messi de La Matanza nació el 29 de diciembre de 1986, seis meses antes que su homónimo capitán de la selección argentina, que se prepara para jugar el Mundial de Qatar.

Su vida cambió por completo a los 20 años, porque cuando «explotó» la del Lio futbolista, también, de alguna manera, «explotó» la suya. Todo por el simple hecho de compartir el nombre con la estrella del fútbol.

Tanto que, a veces, su vida se parece a un pequeño infierno. Ni siquiera se anima a dar entrevistas para contar su calvario. Sus «voceros» son sus propios padres, Alberto Messi y Mónica.

«Lo padece mucho, sobre todo en estas épocas del Mundial y por eso se encierra», explica Alberto. «Es que le pasan cosas que lo hacen sufrir. Como, por ejemplo, una vez que fue al hospital y lo trataron de loco porque no creían que se llamaba Lionel Messi. Y situaciones así vive todo el tiempo», agrega.

También en la facultad sufrió varias veces la mochila de su nombre. Hubo profesores que no le corrigieron los exámenes porque al leer que habían sido hechos por un tal Lionel Messi consideraban que se trataba de una broma.

Cada vez que va a un comercio y paga con la tarjeta o tiene que mostrar su DNI sabe que se tiene que quedar por lo menos media hora hasta poder irse. «Le secuestran el documento y lo usan para sacarse fotos», dice su mamá, Mónica.

También conseguir trabajo fue todo un desafío. Cuando leían Lionel Messi enseguida tiraban el currículum a la basura. Nadie podía creer que tuviera exactamente el mismo nombre que el jugador de fútbol.

Su padre, en cambio, le saca algún provecho a la situación. Siempre lleva en el auto la cédula azul a nombre de su hijo. «Más de una vez me sacó de algún apuro», dice con picardía y suelta una carcajada.

Fuente Telefe