La empleada doméstica liberada por el doble crimen de Vicente López, la creyente María Ninfa Aquino, vivió momentos de flaqueza de su fe en la cárcel.

Fue detenida por ser sospechosa de haber “entregado” a sus empleadores. Estuvo 13 días sola, encerrada en una celda, padeciendo eso que en psicología le dicen vulgarmente «Calesita mental». Todo se había derrumbado, no paraba de montarse películas sobre terribles consecuencias que iba a tener por algo que solo ella y su abogado Hugo Lopez Carribero sabían: era inocente.

Durante 64 años fue fiel a su fe en Dios, pero hubo un instante en aquella celda en que esa fidelidad «flaqueó».

Ese “yo preocupado y exagerado” inevitables ante un hecho de semejantes características le hablaba al oído: «¿Dónde voy a terminar?, ¿qué harán conmigo?, ¿quién me creerá?».

Equivocarse es humano, puede servirnos para mejorar aprendiendo del error, y un error no significa que lo hagamos todo mal o seamos unos incompetentes, pero en este caso ¿Cuál había sido el error de Nina?

En los medios trascendían informaciones sobre el vulgar accionar de la detenida en la escena del crimen: «Cerro la puerta del garaje y no se fijo si estaban su empleadores». «Estaba todo revuelto y ella dijo no darse cuenta».

«Tiene cosas de la Sra. Mercedes Alonso en su casa»: «Una foto con el monedero de su empleadora empeora la situación de la detenida». etc. etc. etc. Directa e indirectamente, estas versiones llegaban a oídos de Nina y hacían girar cada vez mas esa «Calesita mental».

Ya habían pasado diez días, nada parecía cambiar su futuro. Dios no escuchaba, la verdad era una mera palabra y la vida empezaba a perder valor. De pensar en su situación procesal y en sus doce años trabajando para Don José y María Mercedes, pasó drásticamente a planear el fin de sus días. ¿Cómo lo haría?: en eso comenzó a ocupar sus horas.

En su cabeza giraba la posibilidad de terminar en un penal de mujeres compartiendo el resto de su vida rodeada de asesinas, narcotraficantes, violadoras y más. Una vida totalmente lejana a la que durante 64 años fue construyendo. No quería eso para ella, prefería la muerte.

Pero quitarse la vida es algo que Dios no acepta: «El te da la vida….no te la quita». Es por eso que pensaba que no tendría lugar en el Paraíso. Había que decidir en que infierno terminar , aunque ya lo había elegido: al infierno terrenal del Hombre no lo quería. Cuando la idea del fin era una premisa, la fe volvió. Las versiones continuaban llegando, pero ahora eran esperanzadoras. Dios se hizo ver en medio de la oscuridad. Al cabo de 13 días de prisión escuchó la voz aguda de su carcelero decir: «María Ninfa ‘Nina’ Aquino Chamorro, quedás en libertad».

Un juez de Garantías consideró que las nuevas pruebas presentadas en el expediente «parecen desvanecer» la hipótesis inicial respecto a la participación de la imputada en el hecho. El Dr. Ricardo Costa, titular del juzgado 1 de San Isidro, ordenó su libertad tras un pedido de su defensa. Cuando Nina volvió a las calles de la Ciudad, la esperaba un pelotón de periodistas para saber cómo estaba. Aceptó el convite y respondió casi todo. Hasta mencionó a Dios, a quien tanto había rezado y de quien por un pequeño momento pensó la había dejado sola.

«Si Dios perdonó, como no voy a perdonar yo…», respondió al momento de referirse al nuevo detenido, quien había sembrado pistas falsas en su contra. Lo que nadie preguntó y Nina nunca contó fue que horas antes de recuperar su libertad, la muerte acechaba su celda. Restarán al menos 90 días para su sobreseimiento definitivo. Ahora deberá comenzar nuevamente, sin empleo pero con vida y en libertad.