Juan Pablo I ocupó el trono en 1978 durante 33 días hasta que tuvo un infarto. Se lo conoció como el Papa sonriente y le atribuyen haber curado milagrosamente a una niña argentina.
El milagro se trata de la curación de Candela Giarda, una niña argentina de once años que padecía una forma grave de «encefalopatía inflamatoria aguda severa, enfermedad epiléptica refractaria maligna, shock séptico» y que para entonces estaba al final de su vida.
El retrato del nuevo beato, titulado «El Papa sonriente», fue caracterizado por el Vaticano como «una obra que encarna el poder contagioso y misterioso del amor».
«Con su sonrisa, el papa Luciani logró transmitir la bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, sereno y sonriente, que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está enfadada ni es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del pasado», dijo Francisco durante la homilía de beatificación.