Las guerras dejan heridas de todo tipo. Las del cuerpo van cicatrizando con el correr del tiempo, las otras, las del alma, son más difíciles de sanar. A veces duran para toda la vida. Hay situaciones extremas vividas por quienes han estado en un combate que los acompañarán en cada instante. Nadie sale ileso, ni siquiera los triunfadores.
Jamás imaginó que el avión fumigador que veía pasar por el campo de su abuelo en su San Manuel natal, sería el punto de partida para una brillante carrera que lo llevó ser el protagonista de una de las acciones más heroicas durante el conflicto. Al término de la guerra vivió una particular historia de reconciliación con el soldado inglés Simón Weston, herido tras el ataque al buque Sir Galahad.
Oriundo de San Manuel, partido de Lobería, tenía planes para inscribirse en la carrera de Medicina, en la Universidad de La Plata. A los 15 años su familia se mudó a Mar del Plata. “Estaba en quinto año del secundario y un amigo me dijo que iba a rendir a la Escuela de Aviación en Córdoba y me preguntó ¿querés venir? y hacés la prueba. Yo no conocía esa provincia, ya que venía de una familia humilde. Sólo tenía que llenar unos papeles, que los pedí en la base aérea y enviarlos, después me mandarían el pasaje para que viajar en tren, ese argumento me convenció”, cuenta Carlos.
“Mi amigo se había empezado a preparar en junio y era noviembre, todos me decía que eran muy exigentes, yo no me había preparado, además mi madre no me quería firmar el permiso. Hasta que en un momento dijo que si eran tan exigentes seguramente a los diez días regresaba. Después de veinte días recibí la respuesta y emprendimos el viaje a Córdoba. Al llegar pensé en alojarme en algún lugar e ir a rendir el día que me dijeran. Pero al entrar a la escuela inmediatamente se cierran las puertas y había que estar ahí hasta pasar todo el proceso de exámenes, con un régimen militar atenuado pero sin salir” comentó Cachon.
De un total de mil doscientos aspirantes quedaron novecientos después de las pruebas físicas. Luego de la parte académica hubo una entrevista personal para lo cual había que presentarse con saco y corbata para y Cachon no estaba preparado, ya que como él mismo cuenta “lleve dos pares de zapatillas, un Jean, un par de remeras y otro pantalón. Los cadetes me consiguieron la ropa adecuada entre todos los aspirantes que también esperaban entrar a la entrevista, entre prácticamente disfrazado”. Entre otras cosas le preguntaron la razón por la cual estaba ahí y su respuesta fue “vine porque estoy acompañando a un amigo, en realidad yo iba a estudiar medicina, esto no estaba en mis planes, pero si se da bienvenido sea”. La historia no podía terminar de otra manera, a los días recibe la carta donde le dicen que se presente a la escuela. Su amigo fue reprobado y él ingresó.
Después de su primer año, “el cuál fue durísimo”, comenzó a sentir pasión por lo que hacía. Ya para segundo año conoce a quien sería su esposa. De los mil doscientos aspirantes iniciales, para segundo año eran solo cien. Había mucha competencia.
Al cuarto año egresa como alférez, faltándole un año para ser aviador militar. Luego fue a Mendoza a la escuela de caza junto a un pelotón compuesto por cuatro miembros. Más tarde su destino fue Villa Reynolds, provincia de San Luis, donde empezó a volar aviones de combate A-4B, que más tarde volaría en Malvinas.
Luego de tantas horas de vuelo y la preparación como piloto de combate
¿Te sentías preparado para la guerra de Malvinas?
Para la guerra en general sí, para Malvinas no. En esas unidades de combate es muy importante la preparación de la familia. Ya que se hace un actividad de alto riesgo, no en la guerra, sino en la actividad diaria. El piloto que es padre de familia tiene que saber preparar a la familia, ya que puede no volver. Es importantísimo que la familia tenga en cuenta esto. Nosotros teníamos casi un muerto por año. Me pagaban un suplemento porque teníamos un trabajo de alto riesgo, la familia tiene que estar adoctrinada en esto y actuar en consecuencia.
¿Recordás como fue el momento en que supiste que tenías que actuar en Malvinas?
Ya para el 3 de abril teníamos la certeza que los británicos iban a venir. El día anterior ya habíamos estado reunidos los dos escuadrones trabajando al respecto. Estábamos muy bien preparados para otra hipótesis de conflicto, no contra los británicos, el armamento que teníamos no era para buques, pero se fue proveyendo después. Tuvimos reuniones con la armada, ya que ellos tenían aviones similares a los nuestros y decidimos que el ataque más adecuado era rasante y bajo nivel de cubierta, así ejecutamos estrictamente eso.
¿Cuál fue tu primera misión en Malvinas?
«Fue el primero de mayor, recuerdo que fue un día horrible, muy feo, en horas de la tarde. Tuvimos un problema, aunque son cosas que ocurren en la guerra. Teníamos un oficial de enlace de ejército y uno de la armada. Preguntamos al enlace de ejército si había alguna posición de ejército para no sobrevolar por esa zona, luego el enlace de la armada dijo que no había buques argentinos en la zona, pueden volar tranquilos porque el buque que hay es británico. Nos dieron las coordenadas, nos desviamos un poco de las mismas, aproximadamente dos millas, vimos un buque, hicimos unas maniobras y lo atacamos, éramos cuatro aviones, dos por un lado y dos por el otro, logramos impactarlo. Festejamos por haber hecho blanco. Al otro día nos reúnen en la plaza de armas el jefe de estado mayor de Fuerza Aérea de Azul y nos hace una crítica tremenda por no cumplir los parámetros de vuelo porque las bombas no habían explotado. Luego hace referencia que el buque al que habíamos atacado era el Formosa, que había salido caleteando de Puerto Argentino en silencio de radio y por la niebla y la bruma, le tiramos. No llegó a explotar ninguna bomba y tampoco se hundió, o sea que el bautismo de fuego fue tirarle al Formosa, un buque argentino.»
Luego Cachon tuvo dos misiones más, la primera al norte de la isla Borbón, donde no encontraron ninguna nave inglesa, quizás debido al requerimiento de la misión se originaba en Puerto Argentino, se lo transmitían a Comodoro Rivadavia, donde se analizaba que unidad; tenía el armamento más adecuado para el objetivo, para luego dar la orden, en este caso a Río Gallegos para que salieran los aviones. Todo ese proceso duraba aproximadamente una hora, por lo cual el objetivo podía haber cambiado de rumbo en ese lapso de tiempo.
Más tarde se vendría el ataque a Bahía Agradable, donde los buque Sir Galahad y Sir Tristram, naves inglesas que trasladaban tropas y pertrechos militares en el estrecho San Carlos hasta las cercanías de Puerto Argentino. La batalla se desarrollo el 8 de junio, la Fuerza Aérea Argentina propinó un duro golpe a la flota británica, desbaratando un intento de desembarco, con la destrucción de dos buques de desembarco, 43 muertos y 150 heridos, al momento de la explosión. Fue la mayor cantidad de bajas británicas en una sola batalla desde la segunda guerra mundial y conocido como “el día más negro de la flota”.
“Nosotros también tuvimos una pérdida importante, ya que cuando estábamos aterrizando en la base, ya de regreso, salía otra cuadrilla para volver a atacar la misma zona en búsqueda de algún otro buque. Eran cuatro aviones con el primer teniente Sánchez como jefe de cuadrilla y fueron atacados por dos aviones Harrier que derribaron a tres de los nuestros, el primer teniente Danilo Rubén Bolzán, el teniente Juan José Arrarás, y el alférez Jorge Alberto Vázquez”.
¿Cómo tomaste la noticia de la rendición?
Estaba haciendo un procedimiento, enciendo la radio del avión y escucho la noticia. No tengo un ejemplo práctico como para decir lo que sentí, quedé totalmente agobiado, con una desazón tremenda. Fue tremendo sentir la derrota.
¿Cómo continuó tu vida en la fuerza después de la guerra?
Creo que a veces uno se confunde. Dan ganas de mirar sobre el hombro a los demás, pero tuvimos la suerte de tener a un párroco, en la unidad que nos hizo pisar la tierra. Nos planteó como se generan vínculos a través de la humildad y el silencio. También creo que tenemos cierta ventaja sobre los demás, por llamarlo de alguna forma, ya que después de lo vivido le damos otro valor a la vida. A quien le pasó un proyectil cerca sabe la diferencia entre estar vivo o estar muerto.
Háblame sobre la relación que entablaste con Simon Weston, el sargento inglés que estaba a bordo del Sir Galahad…
Es una historia bastante larga, data de hace 30 años. Nunca la contamos porque tenía un fin humanitario y hasta que no se lograra no sabíamos si la contábamos o no. Él estaba en el buque al momento del impacto y sufrió quemaduras en el sesenta por ciento del cuerpo, luego lo llevaron al Canberra para curarlo y al sacarle la ropa, la piel se le pegaba; incluso hay un video de tipo casero que vi y es muy impactante. Quedó muy agobiado y no hubo tratamiento que lo sacara de la situación.
Estuvo en tratamiento psicológico, ya que también cayó en la adicción. Tenía sueños recurrentes donde veía a alguien con un avión negro con casco del mismo color y ojos diabólicos. El profesional en un momento le propuso que conociera al personaje de sus sueños, a lo cual accedió, ahí me buscaron.
Me contactaron y nos encontramos en un hotel de Buenos Aires en el año 1992. El primer encuentro fue espantoso, nunca había visto a una persona en esas condiciones. Hablamos muy poco en ese encuentro, aunque recuerdo que me dijo que esta guerra no podía ser, que no podía existir más y deberíamos dejar que los isleños decidan a que país quieren pertenecer, yo le respondí que de ninguna manera, jamás vamos a renunciar a su soberanía, nos pertenece, es parte de nuestro territorio y están dentro de nuestra plataforma continental, y ahí cortamos el diálogo.
Al día siguiente nos volvimos a encontrar y hablamos un poco sobre cuestiones familiares, algo más distendidos.
Al tercer día nos encontramos en una quinta en Pilar a comer un asado, se sentó frente a mí, hablamos un poco y de repente me mira y se va a combi en la que habían venido, lo seguí y vi que estaba llorando, le dije si me permitía que le dé un abrazo de confraternidad, nos abrazamos, a los pocos minutos vino el productor para filmar, ya que todo esto debía quedar filmado. Luego nos encontramos en el monumento a los caídos en Retiro, donde volvimos a hablar. Luego nos despedimos.
En el año 1996 me vuelve a llamar para decirme que quería volver a verme ya que todo eso le había hecho mucho bien. Viajamos a Londres, nos juntamos en distintos lugares para hacer la grabación, nos llevaron a conocer un castillo a orillas del Rio Támesis donde atienden a Veteranos de las todas Guerras en las que participó Gran Bretaña, con distintos tipos de discapacidad, donde tienen una gran variedad de implementos para atender las dificultades de cada uno, incluso pude ver un gran comedor donde todos tienen cubiertos adaptados anatómicamente y una piscina donde entran con la silla de ruedas.
¿Fuiste a su casa?
Después de un par de días de descanso viajamos a Gales, donde vive Simon, estuvimos en un hotel y al día siguiente fuimos a su casa. Empezó todo muy frío, estaba su esposa, sus hijos y su madre, quien era enfermera del ejército, una mujer tremendamente dura. Habíamos llevado algunas cosas entre ellas una caja de alfajores, los cuales les gustó, le muestro un caramelo a uno de los chicos, que vino corriendo y se me sentó en la pierna, ese fue un punto de inflexión para romper el hielo.
Luego hicimos un paseo por Gales antes de emprender el regreso.
Antes de la pandemia habíamos quedado en encontrarnos en Malvinas, pero justo cerraron las fronteras en las Islas. La última vez que lo vi fue en noviembre pasado, ya que vino a Mar del Plata, estuvo en mi casa, fuimos a la playa y fue la primera vez en treinta años que lo vi sonreír.
¿Qué te dejó Malvinas?
Me hizo madurar en ciertas cosas, aprendí que la lucha en la vida es esencial, no la lucha tonta, sino la lucha de uno mismo tratando de ganarle a las deficiencias que cada uno de nosotros tenemos. La guerra me enseñó que la pereza no existe porque tenemos un deber superior que hacer en nuestra existencia.
Tenemos el deber de enseñar a los jóvenes que hacer defender la patria y hacerla grande. Hay tres cosas fundamentales para lograr eso, conocerla, amar esta tierra y defenderla, pero cuando digo defenderla no hablo de las fuerzas armadas, la patria se defiende desde un aula, cuando se respetan sus leyes, cuando cada uno de nosotros cumple con el deber que le toca.
1986 fue el año en que el entonces Capitán Carlos Cachón le dijo adiós a la Fuerza Aérea, desilusionado quizás por como algunas cosas que sucedían en nuestro país y le permitían vislumbrar cambios con los que no estaba de acuerdo. Aunque se dice un agradecido de todo lo que le dio la fuerza y por supuesto a la ciudadanía que gracias a todo lo que aportó les ha permitido a hombres como él formarse para tener el grandísimo honor de defender a su país.
En la actualidad está al frente de un taller gráfico y como la gran mayoría de los habitantes de nuestro país ha sufrido los altibajos y embates de la cambiante economía, que lo llevó a probar suerte en varios rubros, entre otras cosas fue jefe de seguridad zonal del banco Nación. Casado con Graciela, padre de dos hijos, Santiago y Andrea. Este hombre que surcó los cielos del sur y fue uno de los protagonistas del día más negro de la flota inglesa reconocido por su valor, hasta por el propio enemigo, hoy es un ciudadano más de esta Mar del Plata, que lo vio irse a Córdoba sólo para conocer, probar suerte y acompañar a un amigo.
Esta entrevista se llevó a cabo en el departamento de Carlos Cachón, al salir del edificio una amable señora vecina quizás de muchos años al vernos salir preguntó ¿vos sos Veterano de guerra? A lo que Carlos respondió con un humilde sí, fui piloto de avión. Esto solo demuestra la grandeza de un héroe que se pierde entre los habitantes de Mar del Plata.
Por Omar Roldán Veterano de Guerra de Malvinas.
Fuente: Informar