Por Yasmin Ali
Por la falta de alimentos y por dos terribles casos documentados, el rey español Carlos I se vio obligado a decretar que esta práctica ya no sería considerada un pecado. La historia.Por Yasmin AliJueves 21 de octubre de 2021El grabado de Theodor de Bry sobre el canibalismo español en Buenos AiresEl grabado de Theodor de Bry sobre el canibalismo español en Buenos Aires.
Pedro de Mendoza llegó a lo que hoy conocemos como Argentina en febrero de 1536. Los historiadores tomaron el 3 de dicho mes como la fecha en la que estableció un fuerte primitivo al que bautizó Santa María del Buen Aire donde se estableció junto con sus expedicionarios. La historia tomó este hecho como la primera fundación de lo que posteriormente se llamó Buenos Aires.
De los 1.500 hombres que lo acompañaron desde San Lúcar, Sevilla, solo quedaban unos cientos para agosto, el significativo número de hombres que perdió no sería el único problema ya debía hacerles frente a los ataques de los querandíes que defendían sus tierras y a uno más grave: las hambrunas.
Mendoza se vio obligado a enviar guarniciones en todas direcciones a buscar alimentos para paliar la hambruna, pero cada misión enviada era derrotada por los indígenas y volviendo cada vez más pequeño su grupo de hombres. La situación alcanzó su máxima tensión cuando de nuevo envió una fuerza centrada en el cuerpo de 300 lansquenettes alemanes comandado por su hermano Diego de Mendoza para atacar a los querandíes. Se enfrentaron en el llamado «Combate de Corpus Christi» del 15 de junio de ese mismo año donde el resultado final fueron varios europeos muertos y sin solución alguna al problema de conseguir alimentos.
Fue tan grave la crisis que afrontaron por no conseguir alimentos que Mendonza autorizó que pudieran disponer de sus cinturones y botas, hechas con cuero, para asarlas y comerlas. El mercenario alemán Ulrico Schmidl relató en su crónica Viaje al Río de la Plata: «Así aconteció que llegaron a tal punto la necesidad y la miseria que por razón de la hambruna ya no quedaban ni ratas, ni ratones, ni culebras, ni sabandija alguna que nos remediase en nuestra gran necesidad e inaudita miseria; llegamos hasta comernos los zapatos y cueros todos».
Desesperados, tres españoles decidieron robar, asesinar y comerse a un caballo, pero fueron descubiertos y posteriormente torturados hasta la confesión y ejecutados en la horca. Esa misma noche sus compañeros, también hambrientos, decidieron comerse sus restos. Schmidl lo describió en su crónica: «Otros españoles se arrimaron a los tres colgados en las horcas y les cortaron los muslos y otros pedazos de carne y cargaron con ellos a sus casas para satisfacer el hambre».
Este no fue el único episodio de antropofagia que detalló el alemán, también mencionó que «un español se comió a su propio hermano que había muerto en el día de. Aquel día al que hace referencia es el combate mencionado anteriormente donde los querandíes y los europeos se enfrentaron.
Los hechos de canibalismo narrados por Schmidl tuvieron un impacto mayor que al de otros documentados ya que fue ilustrado por el grabador flamenco Theodor de Bry y que logró ser publicado porque fue editada en Fráncfort y no España.
Por estos casos que llegaron a oídos del rey español y sumado a la terrible hambruna que acechaba, Carlos I decidió decretar que no se iba a cometer pecado en los casos de antropofagia. Fue así que, por un breve período, en Buenos Aires literalmente permitieron que se coman entre ellos.
Fuente: Diario 26. Por Yasmin Ali
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