Hace un año, Antonella Agliolo de 25 años, partió al Viejo Continente en busca de un cambio y hoy asegura que lo consiguió. Trabajó como mesera, recolectó frutillas en el campo, vivió en una granja, cocinó en un restaurante e hizo tareas de limpieza. “No me importaba trabajar de lo que fuera con tal de irme del país”, le dijo a Infobae desde Estocolmo, una ciudad que la cautivó con su altísima calidad de vida.

Le bastó un año viviendo en Europa para darse cuenta que solo retornará a nuestro país a visitar a los suyos: “No volvería a vivir en la Argentina, solo iría a visitar a mi familia y amigos”, deja en claro en una nota con Infobae, mientras camina calles de Estocolmo.

A los 24 años y después de un revelador viaje por el sudeste asiático como mochilera, Antonella decidió que era hora de un cambio de vida. Trabajaba en Buenos Aires como cosmetóloga y mesoterapeuta, una actividad en la que asegura que le iba muy bien. Pero sus ganas de conocer el mundo, de crecer y de buscar nuevos horizontes hicieron que posara sus ojos en Europa, mientras aún espera que le otorguen la ciudadanía italiana. Sin embargo, comenzó una minuciosa búsqueda por internet para saber cuáles eran los países en los podría conseguir una visa de trabajo.

En su cuenta de Instagram @antonellaacabj comparte a diario sus experiencias por el mundo“Me fui a una granja, a 50 kilómetros de Copenhague, donde me dieron casa y comida a cambio de trabajo. Pasaron los meses y no había noticias de la visa. Mucha gente tuvo que volver a sus países, porque se les terminaron los ahorros y no consiguieron ni siquiera lo mismo que yo: poder vivir en una granja a cambio de techo y comida. En junio, finalmente nos dijeron que iban a suspender las visas: quedamos varados y los vuelos de repatriación eran carísimos, al margen de que tampoco queríamos volver. Por eso, me puse a buscar otras alternativas y vi que Suecia estaba disponible”, explica.

El 4 de junio aplicó para obtener la visa de trabajo en Suecia, que tardaba entre 3 y 6 meses, así que tenía que buscar alguna actividad para sobrevivir durante ese período. “El tiempo máximo como turista es de 3 meses, pero los daneses fueron muy considerados y extendieron el plazo. Conseguí empleo como camarera en un restaurante, donde trabajé toda la temporada de verano: lo disfruté muchísimo y pude ahorrar el 90 % de mi sueldo, algo que en mi vida me hubiera imaginado que me iba a suceder. Comía en el local y vivía con mis jefes en una isla al sur de Dinamarca, ya que por lo general, también te dan hospedaje. La pasé muy bien y aprendí un montón. Ganaba bien en la Argentina y era feliz, pero quería un cambio: quería conocer el mundo”, afirma.

En Dinamarca, estuvo de marzo a septiembre; vivió durante un mes en la granja a cambio de comida y casa. Después, hizo lo mismo en la casa de campo de una mujer, a quien ayudaba con las tareas del jardín, hacía trabajos de pintura y arreglos, y se ocupaba de la limpieza.

Mientras seguía buscando una actividad acorde a sus expectativas, Antonella hizo una pasantía en una radio cultural, ya que había estudiado un año y medio de periodismo. “Me pareció divertido, pero después conseguí trabajo en una empresa de delivery y eso es lo que hago ahora. Estoy muy contenta porque manejo mis propios horarios, ando en bicicleta por toda la ciudad -algo que me encanta hacer- no tengo mucha presión, no cumplo horario de oficina, no tengo días fijos, elijo los turnos y trabajo cuando quiero».

Fuente Infobae

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