Por Lopez Carribero
El Penalista del Conurbano

Muy frecuentemente veo a los abogados de CABA que se aventuran a venir al Gran Buenos Aires para tratar de resolver una causa judicial.

Pero el Conurbano no es para cualquiera. En efecto, observo y advierto a esos colegas a simple vista. Con sus pasos apresurados, tratando de llegar a todos lados antes de las 14 hs, cuando cierran los juzgados y las fiscalías la atención al público. Preguntando donde no deben, y quejándose donde no los escuchan. Presentando escritos donde no leen, y hablando donde nada de oye.

De esta manera, la tarea del abogado se hace insuficiente, infructuosa y absolutamente improductiva.

Acá es donde veo la pérdida del tiempo del abogado que llega desde CABA. Si el tiempo es lo más caro, la pérdida de tiempo es el mayor de los derroches, sin lugar a dudas.

Por eso es que el Conurbano guarda celosamente sus secretos, sus lugares.
El misterio de su curiosa administración de Justicia, la ubicación (a veces incomprensible) de las oficinas públicas, del léxico de sus habitantes, y en especial el de la delincuencia, los llamativos lazos familiares desarrollados en las villas de emergencias. La complejidad de la sociedad carcelaria; el aparato Estatal a menudo consecuente con la marginalidad legal; la complicidad policial en torno a hacer ver como normales a muchos actos que en rigor de verdad son delitos comunes.