Se trata de un empruendimiento textil que el Presidente recorrió durante su campaña presidencial 2015. Estaba emplazado en Rafael Castillo y su dueño aseguró: “No nos fundimos porque aprendimos, pero quedamos al borde de perder todo”.
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6 de julio de 2015, el Presidente Mauricio Macri recalaba en Rafael Castillo para visitar un merendero, una empresa textil y un local partidario junto a María Eugenia Vidal y Fernando Niembro. Dialogó con los dueños de la pequeña industria matancera y les dejó la promesa de “un gobierno cerca de la gente, que escuche, que dialogue, que arme equipos, que rinda cuentas y que, si se equivoca, tenga la humildad de pedir disculpas y corregir”.
Marcos, de 37 años, heredó el oficio textil de su padre y trabaja en el rubro desde los 15. Estaba al frente de la PyME que visitó el actual Presidente cuatro años atrás. “Ahí abrimos en 2007; empezamos con cuatro maquinitas, confeccionando telas para calzado. Fuimos creciendo, agregamos un depósito para fraccionamiento de mercadería y entrega y llegamos a tener una facturación de 10 millones de pesos por mes”, relató, en diálogo con El1 Digital.
El emprendedor matancero señaló que, en octubre de 2015, ante la posible victoria de Macri, “se rumoreaba el tema de la apertura de importaciones”. Es por ello que, a poco tiempo de consumado el triunfo de Cambiemos, tomaron una decisión drástica, aunque basada en la experiencia personal.
“La empresa familiar ya se fundió en los ’90 y en 2001. Yo no fui al secundario para laburar, sacamos la cabeza y pagamos las deudas. En 2016, no nos fundimos porque aprendimos, pero quedamos al borde de perder todo en cualquier momento”, recordó.
El empresario matancero tenía la certeza de que el calzado “era lo primero que iba a caer” frente a la apertura de exportaciones y resolvió bajar la persiana, aunque, antes, se aseguró de que los trabajadores no pierdan su fuente de empleo. “Si nos quedábamos, no sabíamos si íbamos a poder hacernos cargo de la gente que teníamos. Al momento de cerrar, teníamos 12 empleados. Eran allegados, amigos que pusieron el lomo con nosotros cuando hubo que laburar muchas horas y era una picardía que se queden sin trabajo”, reflexionó.
“Hablamos con nuestro cliente más importante, que nos consumía el 80 por ciento de la producción, e hicimos un acuerdo para alquilarle las máquinas con la condición de que mantenga a nuestra gente. Ubicamos a la gente y las máquinas para subsistir y pagar el alquiler”, explicó.
Basándose en la coyuntura, Marcos asegura que la decisión fue acertada. “Hoy, donde vas con un metro de tela para ofrecer, más en una estructura tan chica, los grandes te compiten con los precios porque venden casi al costo. A nosotros, nos aumenta todo el tiempo la mercadería. En diciembre, el kilo de algodón costaba 85 pesos; ahora, 140”, planteó.
En esa línea, precisó que, “para mover las máquinas”, debe adquirir “mil kilos de algodón, que son 140 mil pesos”. “Pero cuando voy a vender, esa tela la venden a 140 pesos el kilo, lo que me sale el algodón a mí, sin agregar gastos de empleado, luz y alquiler”, graficó.
“No hay una sola señal que diga que la industria argentina va a salir adelante. Para ellos, el futuro no es la industria sino otra cosa. ¿Los industriales de qué vamos a vivir? Es una lástima que los argentinos no nos demos cuenta de eso. Volvimos al 1500, que nos venden espejitos de colores”, completó.
Fuente El 1 Digital