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Sarampión en Argentina: visión centrada en el riesgo de expansión.

El sarampión está de vuelta. No como un rumor lejano, sino como una realidad concreta y creciente. En Argentina, ya se confirmaron 31 casos de sarampión en 2025, con transmisión comunitaria activa y cadenas virales que se ramifican en la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires. Pero lo más alarmante no es lo que ya pasó, sino lo que podría pasar si el país no actúa con rapidez y contundencia.

En lo que va del año, Canadá acumula más de 1800 casos, Estados Unidos supera los 1000 —con 14 brotes activos— y México ya notificó 1582 casos. Las Américas, que durante años fueron ejemplo de eliminación del sarampión, están viviendo un retroceso epidemiológico que no admite eufemismos: la inmunidad de rebaño está rota.

Argentina no es una excepción ni un caso aislado. Por ahora, los casos confirmados parecen limitados, pero hay más de 1800 notificaciones de enfermedad febril exantemática, y varias investigaciones aún en curso. El riesgo de expansión es real y cercano. Basta un evento masivo, una escuela, una guardia médica sin aislamiento, para multiplicar contagios.

El sarampión es una enfermedad viral altamente contagiosa, que se transmite por el aire y puede permanecer activo en un ambiente cerrado durante horas. Afecta a personas de todas las edades, pero es particularmente peligrosa en menores de 5 años, personas no vacunadas o inmunocomprometidas. No existe tratamiento específico: sólo medidas de sostén. Sus complicaciones pueden ser graves —neumonía, encefalitis, ceguera, retraso mental— e incluso mortales. En otras palabras, no es una enfermedad leve ni inofensiva, y su aparición es siempre motivo de alerta epidemiológica.

El problema no es solo sanitario; es político y social. La cobertura vacunal a los 12 meses y al ingreso escolar se desplomó en los últimos años, dejando franjas completas de niños y niñas sin protección o con una sola dosis de triple viral. A eso se suma que el Gobierno nacional se demora en distribuir las vacunas, y que las campañas de prevención y concientización fueron directamente eliminadas. La capacitación del personal de salud es insuficiente, lo que retrasa la detección de casos sospechosos y favorece la propagación del virus. Mientras tanto, la confusión pública crece, y el sistema sanitario —ya tensionado— no cuenta con herramientas ágiles para una respuesta efectiva.

El boletín epidemiológico lo advierte con claridad: el tiempo entre detección y acción es vital.

Todavía estamos a tiempo. Con vacunación masiva, información clara, vigilancia activa y decisión política, podemos contener este brote antes de que se vuelva epidemia. Pero el reloj corre, y la indiferencia camina tan lento que cualquier enfermedad la alcanza.

El regreso del sarampión no es un accidente: es el síntoma de una salud pública debilitada. Frenarlo es urgente. Y, sobre todo, posible.

 

Vito F. Vulcano

Foto Mayo Foundation for medical education & research

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