Por Diego Mendieta y Elizabeth Maidana
Los males que aquejan al campo evangélico en América Latina son múltiples y profundos. Las corrientes conservadoras, la derecha internacional y el fascismo, que ondea banderas de «libertad», han encontrado una puerta abierta para influir en la iglesia evangélica.
En Argentina, esto se evidencia en el papel protagónico que la conducción de ACIERA (Asociación Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina) asume al vincularse con el gobierno de La Libertad Avanza. Nos enfrentamos a la inquietante posibilidad de hablar de una “iglesia evangélica libertaria”. Sin embargo, no es más que el reflejo de las cúpulas de las megas iglesias, que coquetean con el poder opresor mientras el pueblo sufre la carga de esa misma opresión.
El 28 de octubre, ACIERA celebró el Día Internacional de las Iglesias Evangélicas y Protestantes en el Palacio Libertad – CCK –, junto a figuras polémicas como Victoria Villarruel, defensora de represores; Guillermo Francos, símbolo del menemismo; y otros exponentes del ultraliberalismo. Este evento marcó un punto de quiebre: ACIERA, sin disimulos, se posiciona como aliado del libertarismo.
En contraste, FAIE (Federación Argentina de Iglesias Evangélicas) sostiene una postura profética y comprometida. Junto al MEDH y otras instituciones, denuncia las políticas de ajuste y opresión de este gobierno, manteniendo una resistencia activa frente al Ministerio de Desarrollo Social bajo el lema “¡Basta de hambre! ¡La vida reclama!”.
Pero el problema no se limita a las alianzas políticas. El campo evangélico enfrenta un divorcio alarmante de su raíz cristiana-protestante. La avidez por el poder y los privilegios de algunos líderes ha generado un laissez-faire doctrinal y teológico que distorsiona la esencia de la fe. Aparecen títulos y galones como “apóstoles” y “profetas”, con interpretaciones bíblicas descontextualizadas y tendenciosas.
Hoy, muchas iglesias operan como empresas; los cultos, reducidos a espectáculos vacíos de sentido evangélico. Esta deriva recuerda la dañina «teología de la prosperidad» de los años ‘90, ahora reciclada en una “teología del dominio”, que prioriza el poder económico y político sobre la misión espiritual.
En el ámbito internacional, movimientos como la Nueva Reforma Apostólica (NAR) en Estados Unidos promueven una agenda de control y dominación bajo figuras como Donald Trump, que consideran «designadas por Dios». Estas ideas se han infiltrado en Argentina, afectando especialmente a iglesias en sectores populares, donde la falta de formación teológica es terreno fértil para estas distorsiones.
Si queremos resistir este avance fundamentalista, es urgente recuperar el compromiso con la educación cívica y cristiana, capacitar pastoralmente desde una perspectiva comunitaria y liberadora, y fortalecer una teología arraigada en la realidad del pueblo.
La crisis actual exige que el campo evangélico vuelva a Jesús y a su proyecto liberador. Es momento de reavivar el sentido de ser Iglesia, de congregarnos del lado de los oprimidos, donde Jesús siempre estuvo y estará.
Diego Mendieta, Pastor de la Comunidad Evangélica Fe y Vida (Ciudad de Buenos Aires).Elizabeth Maidana, trabajadora docente, laica y militante popular (Los Amores, Santa Fe).