Bajo las luces de París, Brian Castaño crece con determinación y firmeza

El bonaerense Brian Castaño(67,500 kg) removió el polvo y la nostalgia de los tiempos gloriosos del boxeo argentino en las tardes de París. Como hace más de medio siglo, cuando Carlos Monzón, salía hacia el cuadrilátero con los compases del tango: «Silencio», cantado por Carlos Gardel.

A los 28 años y con sólo 18 peleas profesionales (12 KO) aprobó la nueva secuencia que le opuso su fresca carrera de 18 meses de campeón mundial mediano jr (AMB). Su victoria por KOT a los 2´27″ del décimo segundo round sobre el francés Cedric Vitu (68 kg), constituyó la evolución, medida y graduada, que el lanzamiento de un campeón, en formación como él, aún, requiere.

El lujo del escenario potenció su gran victoria; los 5000 franceses que se dieron cita en Le Seine Musical, de Boulogne-Billancourt, en las afueras de París, se pusieron de pie para aplaudirlo. Con un tono y una admiración diferente a la que tributaron, no hace mucho en el mismo lugar, al artista estadounidense Bob Dylan. Sin embargo, tuvo el elogio y una palmada del gran Jean Paul Belmondo, que como en las grandes jornadas de otros compatriotas como Monzón, Miguel Angel Cuello y Miguel Angel Castellini, siempre pagó la primera fila del ring-side.

Castaño gozó la pelea desde que entonó el himno nacional, junto a su equipo. Vitu, en tanto, la sufrió desde que besó la bandera francesa ante los acordes de La Marsellesa. Esa fue la gran diferencia entre uno y otro. El matancero subió a ganar y retener por segunda oportunidad la corona que conquistó a Emmanuel de Jesús, en 2016. El retador, en cambio, se preparó para inmolarse y lograr un milagro: su conversión en campeón, más allá de toda la experiencia que le daban sus 32 años y un récord de 46 victorias y 2 derrotas.

Castaño ganó todos los rounds en base tres factores decisivos: 1º) Su habilidad para acomodar su físico – que siempre será pequeño en este peso- ante un rival incómodo, ocho centímetros más alto, zurdo y más pesado. Supo, en corta y media distancia, quebrar a Vitu, de gran corazón, granítico pero sin variantes para rever esquemas adversos. 2º) Trabajó con una continuidad admirable en el primer ciclo del match y reguló con inteligencia su eficacia en la etapa final. 3º). Su disciplina estratégica y dosificación aeróbica fue perfecta como consecuencia del gran trabajo previo de sus preparadores.

En el octavo round, lanzó una combinación de diez golpes lineales que llegaron a destino. Maniobra inusual en la mayoría de los ámbitos pugilísticos.

La pelea debió ser parada en el décimo round. Ni el juez panameño Gustavo Padilla ni los entrenadores de Vitu – de supina ineptitud- se apiadaron del desafiante europeo que había agotado todas sus reservas.

Castaño tiene sobre sí al cubano Erislandy Lara como supercampeón mundial mediano jr (AMB). El caribeño unificará la corona con el norteamericano Jarrett Hurd, titular de la (FIB) el 7 de abril venidero en Las Vegas. Quizás, no se convierta en el oponente inmediato del ganador.

Castaño compone un equipo joven de crecimiento constante. Su manager Sebastián Contursi – bisnieto y nieto de los tangueros Pacual y Jose María- abre otras puertas y otros mercados. Retirado Marcos «Chino» Maidana, su ex representado, indaga sobre nuevos horizontes con púgiles de otro calibre. Carlos Castaño, se consolida como entrenador y hombre del rincón. La relación entre ambos es sanguínea e inquebrantable desde aquella tarde dramática de 2014, cuando con respiración boca a boca el padre salvó al hijo por su deshidratación en plena tarea de gimnasio. La experiencia del doctor Quinteros y la puesta a punto del preparador físico Matías Erbín merecen, también, participar de ésta crítica deportiva.

Castaño, crece. Ganó un gran combate. Casi tan importante como la penúltima, frente al afro-francés Michel Soro. Está en buen camino, aferrado a la pausa que requiere su crecimiento pugilístico lógico, e ignorando la prisa que seguramente le va a pedir el mercado, esta industria y el negocio.