Historias detrás de las canciones: la porteña que convirtió a Sabina en xeneize
Enamorarse de un músico -no importa si se trata de uno que canta en el subte, si toca en una banda tropical o si es un nombre consagrado del rock- tiene varias desventajas: los trovadores nunca tienen agendas ordenadas ni jornadas laborales tranquilas, suelen precederlos cierta fama de mujeriegos y es común que tengan muchas groupies alrededor, incluso si no son populares. Pero también tiene su lado positivo: el romance puede quedar inmortalizado en una gran canción que perdurará por varios años, posiblemente por más tiempo que el mismo romance. Eso es lo que sucedió con una joven contadora porteña, que conoció por casualidad a Joaquín Sabina y se convirtió en una de sus musas.
Paula S. tenía apenas más de 20 años cuando le compró a un amigo una entrada para uno de los muchos conciertos que tenía pautado a fines de la década del 90 Sabina en el teatro Gran Rex. Pero el destino quiso que él no pudiera ir y que ella terminara en la platea, a pesar de que casi no había escuchado canciones del español.
El flechazo desde el escenario debió ser muy fuerte porque ella se quedó a esperarlo y él le pidió a su entorno que haga que la morocha baje a camarines. Así comenzó un romance que duraría más de un año y que inspiraría «Dieguitos y Mafaldas», una de las canciones más populares del intérprete en nuestro país.
Historias detrás de las canciones: la porteña que convirtió a Sabina en xeneize
Enamorarse de un músico -no importa si se trata de uno que canta en el subte, si toca en una banda tropical o si es un nombre consagrado del rock- tiene varias desventajas: los trovadores nunca tienen agendas ordenadas ni jornadas laborales tranquilas, suelen precederlos cierta fama de mujeriegos y es común que tengan muchas groupies alrededor, incluso si no son populares. Pero también tiene su lado positivo: el romance puede quedar inmortalizado en una gran canción que perdurará por varios años, posiblemente por más tiempo que el mismo romance. Eso es lo que sucedió con una joven contadora porteña, que conoció por casualidad a Joaquín Sabina y se convirtió en una de sus musas.
Paula S. tenía apenas más de 20 años cuando le compró a un amigo una entrada para uno de los muchos conciertos que tenía pautado a fines de la década del 90 Sabina en el teatro Gran Rex. Pero el destino quiso que él no pudiera ir y que ella terminara en la platea, a pesar de que casi no había escuchado canciones del español.
El flechazo desde el escenario debió ser muy fuerte porque ella se quedó a esperarlo y él le pidió a su entorno que haga que la morocha baje a camarines. Así comenzó un romance que duraría más de un año y que inspiraría «Dieguitos y Mafaldas», una de las canciones más populares del intérprete en nuestro país.
«De González Catán, en colectivo, a la cancha de Boca por Laguna va soñando ‘hoy ganamos el partido’ la niña de los ojos de la luna. Los muchachos de La 12, más violentos, cuando la junan en la Bombonera le piden a la Virgen de los Vientos que le levante a Paula la pollera», canta Sabina.
Y si bien en la composición hay mucho de biográfico, también el cantautor se tomó sus libertades. «Yo me tomaba el colectivo 86 que lleva un cartel que dice ‘La Boca por Laguna» y es por eso que la letra de la canción dice eso. Eso sí: ¡nunca usé falda en el estadio! Sí, en cambio, afuera, porque era jovencita», explicó Paula años atrás a un medio español.
Los personajes del título de la canción eran dibujos que ella hacía mientras estudiaba en la facultad de Ciencias Económicas: «Cuando estaba sin laburo me dedicaba a pintar remeras. Hacía dibujos. Pero no ‘dieguitos y mafaldas’, ésa es una licencia poética. Dibujaba unos animalitos. Bueno, toda la letra habla de mí: los lunares, lo del ajetreo.», contó.
Historias detrás de las canciones: la porteña que convirtió a Sabina en xeneize
Enamorarse de un músico -no importa si se trata de uno que canta en el subte, si toca en una banda tropical o si es un nombre consagrado del rock- tiene varias desventajas: los trovadores nunca tienen agendas ordenadas ni jornadas laborales tranquilas, suelen precederlos cierta fama de mujeriegos y es común que tengan muchas groupies alrededor, incluso si no son populares. Pero también tiene su lado positivo: el romance puede quedar inmortalizado en una gran canción que perdurará por varios años, posiblemente por más tiempo que el mismo romance. Eso es lo que sucedió con una joven contadora porteña, que conoció por casualidad a Joaquín Sabina y se convirtió en una de sus musas.
Paula S. tenía apenas más de 20 años cuando le compró a un amigo una entrada para uno de los muchos conciertos que tenía pautado a fines de la década del 90 Sabina en el teatro Gran Rex. Pero el destino quiso que él no pudiera ir y que ella terminara en la platea, a pesar de que casi no había escuchado canciones del español.
El flechazo desde el escenario debió ser muy fuerte porque ella se quedó a esperarlo y él le pidió a su entorno que haga que la morocha baje a camarines. Así comenzó un romance que duraría más de un año y que inspiraría «Dieguitos y Mafaldas», una de las canciones más populares del intérprete en nuestro país.
Joaquín Sabina – Mafaldas y Dieguitos
5:26
«De González Catán, en colectivo, a la cancha de Boca por Laguna va soñando ‘hoy ganamos el partido’ la niña de los ojos de la luna. Los muchachos de La 12, más violentos, cuando la junan en la Bombonera le piden a la Virgen de los Vientos que le levante a Paula la pollera», canta Sabina.
Y si bien en la composición hay mucho de biográfico, también el cantautor se tomó sus libertades. «Yo me tomaba el colectivo 86 que lleva un cartel que dice ‘La Boca por Laguna» y es por eso que la letra de la canción dice eso. Eso sí: ¡nunca usé falda en el estadio! Sí, en cambio, afuera, porque era jovencita», explicó Paula años atrás a un medio español.
Los personajes del título de la canción eran dibujos que ella hacía mientras estudiaba en la facultad de Ciencias Económicas: «Cuando estaba sin laburo me dedicaba a pintar remeras. Hacía dibujos. Pero no ‘dieguitos y mafaldas’, ésa es una licencia poética. Dibujaba unos animalitos. Bueno, toda la letra habla de mí: los lunares, lo del ajetreo.», contó.
Lo que sí es totalmente cierto es el Torneo Apertura que se menciona. «Recuerdo el gol que hizo Palermo contra Talleres que definió el campeonato, fue el año en que salimos campeones. Era 1998. Recuerdo que me marcó tanto ese gol, que lo lloramos, gritamos y que nos abrazamos tanto que él lo puso en la canción».
«Fuimos muy felices. Justo coincidió que él pasaba mucho tiempo acá, porque estaba grabando el disco con Fito Páez. Cuando Boca salió campeón terminamos», recordó la morocha. Fiel al estilo de Sabina, la canción es tanto un testimonio de su amor por esta mujer como un homenaje a Buenos Aires.
Y a pesar de que de ese romance sólo quedó la canción, Paula siente que su corazón tiene otro dueño: «Boca es el amor de mi vida. Lo hago con pasión. Por Boca lloro, me enojo, me emociono, es un sentimiento muy fuerte. Y me siento parte de la institución», concluyó.
Fuente La Nación- Por Tomas Balmaceda