Sobrevivir, liderar y comunicar

unnamed por Fabrizio Manrrique

El Siglo XX argentino estuvo marcado, a nivel partidario, por dos grandes centros de identificación. El Radicalismo, por un lado, un partido con el eje puesto en la institucionalidad, los valores democráticos ,representando intereses de la clase media,  y el Peronismo, de rasgos militares en su cúspide, con una clara y amplia base extendida hacia las clases populares, de orientación bienestarista.

Aquí estuvo el vórtice de la lucha por tomar posesión del Estado durante gran parte de nuestra historia. Pero pasaron muchas cosas. Desde 1997 hasta el 2001, el sistema de partidos experimentó su pico más elevado de desconfianza social. Muchos predijeron la muerte de la UCR, y después del caos, el propio sistema encontró un punto de estabilidad política.

El FPV supo encarnar y diseñar nuevas demandas, pero otras tantas demandas insatisfechas, corrupción y malas estrategias electorales alimentadas por lucha de egos, hicieron que ese espacio se disuelva. Cambiemos ganó las elecciones, y así llegamos hasta el día de hoy. En nuestro presente, es anacrónico pensar en un sistema bipartidista.

Hubo doce años de gobierno de bases peronistas con anclaje en  sectores de izquierda y de la UCR (cuya impronta  supo encontrar réplicas en algunas provincias bajo la forma de coaliciones electorales); la crisis de este espacio puede observarse a partir de la llamada “crisis del campo”  y más tarde, allá por el 2013, cuando Sergio Massa abandonó el espacio y dividió las aguas ya divididas. El proceso terminó con la diseminación del frente electoral en varias células retraídas sobre sí mismas. El eje del poder cambió y se posó en un nuevo frente electoral y de gobierno que conjugó tres espacios : uno propio, seminal, el PRO (titular del poder en Ciudad de Buenos Aires);  un segundo espacio de carácter mixto, compuesto por la UCR y la coalición cívica, como los principales aliados electorales;  y un tercer espacio que va configurándose de a poco, encarnado por el peronismo subnacional que necesita de la cercanía estratégica del gobierno para seguir haciendo política pública.

¿Qué queda de aquel bipartidismo que brindaba estabilidad y continuidad al sistema político del Siglo xx? Sólo un pequeño detalle, tan invisible como mortal, que si bien no es parte del sistema de partidos, pero si del sistema electoral, brinda una estructura de competencia en donde solo pueden enfrentarse dos espacios: el ballotage. El ballotage es la única instancia en dónde pueden observarse dos “fuerzas” y contemplar un enfrentamiento de tipo dual. Pero las dos “fuerzas” no son explícitamente, dos partidos políticos.  Tanto el peronismo,el radicalismo,la Coalición cívica,el PRO y el Frente Renovador, tienen un rasgo en común que atraviesa a la mayoría de los partidos latinoamericanos: el personalismo.

Determinados hombres y mujeres terminan por encarnar una serie de ideas, que se transforman en mensajes. Esos mensajes, por mera estrategia electoral, tienden a ser cada día más ambiguos, de forma tal que el significado del mensaje siembre en la conciencia colectiva un punto de cristalización de la identidad, y así poder captar más apoyo. Es decir: unicidad en la conducción partidista, multiplicidad ( o ambigüedad estratégica)en el significado del mensaje para ganar el centro en el espectro que va de izquierda a derecha y así ser poseedor temporal del poder de gobierno.  Los partidos políticos tienen un doble desafío: en principio, la supervivencia más allá de sus propios personalismos: de una estructura vertical, pasar a una que, o renueva su cabeza en forma constante, o se transforma en horizontal, con la responsabilidad de no quebrarse en el intento o de atomizar su orientación; En segundo término, aprender a surfear el universo  mediático y dominar la ola.

En un mundo híper mediatizado, con demandas insatisfechas, tanto las demandas básicas como las nuevas demandas que hoy encuentran su método de articulación o exposición en las redes sociales tienen que ser tenidas en cuenta por los líderes, que ya no surgen, como tradicionalmente sucedía, en el seno de las fuerzas políticas, sino del propio ámbito mediático.