Clientelismo, una batalla interminable

 

   por Fabrizio Manrrique

Existen muchas definiciones que los académicos han esbozado para poder obtener un concepto certero que englobe todas las dimensiones del fenómeno conocido como “clientelismo”; para ser bien sencillo, el clientelismo implica un intercambio desigual de bienes entre un actor poderoso, con capacidad de movilización de recursos públicos, y un actor socialmente desigual, por fuera de los límites formales y con vistas a la obtención de votos. En la Argentina, así como en la mayoría de los países en donde las relaciones de poder se han estructurado de manera vertical, las relaciones clientelares constituyen, en perjuicio de los más necesitados y de la transparencia gubernamental, formas de acción política con impronta coercitiva.

Con la llegada de Cambiemos al poder, se instrumentaron varios puntos clave que apuntan a la ruptura, en varios frentes, de la relación puntero-ciudadano; la aprobación, en 2016, de varios ejes que forman parte de una reforma electoral integral (que comprende cambios en el nivel nacional y en la Provincia de Buenos Aires ) son parte de un plan sistemático de quiebre de esta clase de relaciones ; el abandono de la boleta de papel y su reemplazo por la boleta electrónica favorece la generación de una instancia de voto mucho más libre e independiente, ya que la falta de un medio material de voto (la boleta) quitaría la garantía que tiene el puntero de que la presión ejercida sobre los votantes por el intercambio de dinero u otros beneficios llegue al destino que él desea; el límite a la reelección indefinida de intendentes, legisladores y  concejales permite romper, al menos por períodos legalmente determinados, estructuras clientelares tejidas, en muchos casos, hace más de dos décadas.

Otro de los frentes de ataque está constituido por la implementación del programa “El Estado en tu barrio”, un programa interministerial de alcance nacional que permite la llegada sin intermediarios de un conjunto de servicios de una relevancia fundamental, tales como la realización de documentos personales, trámites de la tercera edad, asesoramiento legal o atención sanitaria, antes  gestionados, en las zonas de mayor vulnerabilidad, a través de algún referente barrial,  a cambio de dinero o de votos; las bondades que ofrece esta política pública son enormes, generándose gran impacto en territorios donde las estructuras locales hicieron del patronazgo una moneda corriente.

En estos últimos días, el Gobierno se propuso volver al ruedo en dos hechos orientados en la misma dirección: por un lado, a través del Ministerio del Interior, Migraciones abrirá nuevas oficinas en territorios complejos, tales como Moreno, Pilar, Quilmes, La Matanza y La Plata. ¿Cuál es el objetivo? Regularizar a los extranjeros que residen en dichos municipios para quitarle poder a las estructuras políticas locales, además de cerrar convenios con ciertos gremios para garantizar el blanqueo laboral de los mismos; por otro lado, y en la misma línea de combate integral del clientelismo, la Justicia electoral, los ministerios de Seguridad, Justicia y del Interior , desarrollarán un operativo en el norte argentino, instalando controles biométricos con el fin de evitar el “doble voto”, es decir, evitar los efectos del doble empadronamiento que muchas veces pueden determinar la victoria de tal o cual candidato en los niveles municipales de gobierno.

Las expectativas son altas y positivas; lo claro es que si no es la propia política la que genera nuevas redes de contención social para contrarrestar los efectos nocivos del clientelismo, difícilmente puedan torcerse los mecanismos de poder patronal sin un poder mayor y sin una voluntad política verdadera.